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sábado, 23 de marzo de 2013

Keukenhof, que acaba de abrir sus puertas, apuesta por el jardín 2.0 en zonas urbanas


El “jardín más bello del mundo” reúne más de 7 millones de flores hasta el 20 de mayo
Holanda(Unión Europea), 23 de marzo de 2013 / Urbanismo - Turismo / ENRIQUE SANCHO

Coincidiendo con el comienzo de la primavera abre sus puertas Keukenhof, considerado el “jardín más bello del mundo”, muy cerca de Ámsterdam. Una orgía de colores, formas y olores se ofrece a sus visitantes sobre una gran superficie de 32 hectáreas y con más de siete millones de flores como protagonistas, especialmente tulipanes en todas su variedades —se calcula que hay más de 5.000 diferentes—, pero también narcisos, jacintos y otras flores de bulbo en un paisaje fascinante, en el que se intercalan árboles centenarios, lagos, arbustos, plantas perennes y grandes extensiones de césped.


Tampoco faltan las estatuas, fuentes, terrazas, escaleras, puentes, invernaderos y... naturalmente, un tradicional molino holandés, que sirve para mostrar cómo se elaboraba la harina y desde el que se obtiene una preciosa perspectiva sobre todo Keukenhof y los interminables y floridos campos de plantaciones.


El parque primaveral más bonito del mundo cumple 64 años desde su inauguración y ha sido visitado por más de 50 millones de visitantes en este tiempo. Pero pese a su edad, está más joven que nunca, con la primavera mostrándose en todo su esplendor de flores y colores. Además de los millones de bulbos en flor y las fantásticas exhibiciones de flores, Keukenhof tiene el mayor jardín de esculturas de los Países Bajos y es el lugar más fotografiado del mundo. Conocidos como los “jardines de Europa”, Keukenhof son seguramente de los más hermosos que existen. Inconfundibles por sus brillantes colores, su variedad de flores y sus paisajes naturales con más de 15 kilómetros de senderos por los que pasear contemplando los conjuntos florales.

Curiosamente, este enorme jardín propone, entre sus apuestas didácticas, por los jardines mínimos, lo que se ha dado en llamar Jardín 2.0, pensado para pequeños espacios urbanos, considerando que la dimensión del jardín no es lo que más importa; se trata más de lo que allí crece y florece, la decoración y el cuidado. Cada vez el jardín pasa a ser una parte más importante de la vida diaria, por eso es necesario una nueva interpretación. En Keukenhof se presentan siete espléndidos jardines de inspiración contemporánea, con el formato de un jardín trasero, adornados por preciosas flores holandesas según la tendencia. Una tendencia desarrollada en varios estilos, que muestra las preferencias mundiales e inspira a los visitantes que trabajen en su propio jardín.

Este año, también, habrá un tema monográfico dedicado a “Reino Unido: tierra de fabulosos jardines”, homenajeando así a uno de los países con una mayor variedad de jardines y uno de los más importantes exportadores de bulbos de flores. Entre las múltiples actividades organizadas en torno a este tema, destaca el espectacular mosaico de 60.000 flores representando el Big Ben y el Puente de la Torre (Tower Bridge). En uno de los pabellones del parque, también se podrá visitar la exposición ‘Mi gran jardín’, que mostrará los distintos aspectos de la horticultura y el paisajismo británicos, asombrando sin duda al visitante por su combinación de fotos, luz y sonido.

Una larga historia
Keukenhof, junto a la pequeña ciudad de Lisse, a sólo 40 kilómetros de Ámsterdam, nació en 1949 como escaparate de los productores holandeses de bulbos que querían mostrar la calidad de sus flores a los posibles clientes. Los diez activos floricultores que tomaron la iniciativa consiguieron que les cediesen este parque centenario que, según los historiadores, había pertenecido a la duquesa Jacoba de Baviera en la primera mitad del siglo XV, quien lo utilizaba para descansar, cazar y recoger plantas que luego se utilizaban para cocinar en el castillo, de donde vino el nombre de Keukenhof (jardín de la cocina). Hacia 1830, se encomendó al arquitecto paisajista Zocher el diseño de unos jardines. Inspirándose en los paisajes ingleses, Zocher trazó los rasgos generales del actual Keukenhof.

Pero lo que empezó siendo casi una íntima muestra comercial se ha convertido, casi sesenta años más tarde, en uno de los lugares más espectaculares de Europa y el principal atractivo turístico de Holanda en primavera, al que acude cada año más de un millón de personas. El jardín también puede visitarse en la llamada “barca de los susurros”, embarcación que navega por los canales respetando el medio ambiente casi sin hacer ruido o sobrevolarse en un histórico Dakota. 

Los visitantes pueden recorrer sus más de quince kilómetros de paseos y senderos bordeados de flores y plantas, detenerse ante los diferentes jardines temáticos: aromático, abstracto, multicolor, de estilo renacentista, acuático..., contemplar la deliciosa exposición permanente de orquídeas o tomar ideas de los jardines en miniatura para trasladarlas a su jardín particular.

De hecho, el aspecto pedagógico de Keukenhof es muy importante. A lo largo del parque hay diferentes puestos de información que proporcionan material de documentación sobre la forma correcta de usar el agua, el modo y profundidad de plantar los bulbos, los cuidados en invierno, etc. También hay diferentes tiendas que venden bulbos, semillas, libros especializados, pequeñas herramientas para el jardín, abonos...

Un gran negocio
Aunque el tulipán es sin duda el símbolo floral holandés —hace unos años celebró oficialmente sus cuatro primeros siglos de vida, y desde siempre ha sido fuente de inspiración para artistas y poetas—, las flores, en general, son, además, su gran industria. La producción holandesa, que incluye flores cortadas, plantas, bulbos y productos de floricultura, ronda los 4.000 millones de euros y su cuota entre los países exportadores supera el 60 por ciento.

Para obtener una idea de lo que el mundo de las flores representa para Holanda, vale la pena visitar Aalsmeer, a pocos kilómetros de Keukenhof, donde cinco veces por semana tienen lugar subastas de flores que son vendidas a todo el mundo. Cada día pasan ante los expertos ojos de los compradores 14 millones de flores y un millón y medio de plantas, y se realizan más de 50.000 transacciones a un ritmo frenético. Dos mil camiones se apañan para salir cada día del gigantesco edificio y llevar su carga por todo el mundo.

Curiosamente, entre los más de 10.000 millones de flores que se venden cada año, tres especies superan al tulipán: rosa, crisantemo y clavel; pero ninguna de ellas logrará jamás desplazar al símbolo holandés por excelencia.
DATOS PRÁCTICOS
COMO IR: Para llegar a Keukenhof, puede optarse por contratar una excursión organizada en cualquiera de los muchos puntos de venta que hay en la ciudad, que suelen incluir otras visitas, como el centro de subastas de Aalsmeer, o tomar el tren hasta la cercana localidad de Leiden y desde allí un autobús expreso a Keukenhof. Durante la temporada de apertura de Keukenhof hay autobuses directos desde el aeropuerto de Schiphol (línea 858) y desde la estación central de Leiden (línea 854). Hay entradas combinadas denominadas Rail Idee, en las estaciones de tren holandesas. Sin duda una de las mejores formas de llegar a Keukenhof y disfrutar de los campos de flores, llenos de colorido, que lo rodean es hacer una preciosa ruta de 25 kilómetros en bicicleta por estos campos de jacintos, narcisos y tulipanes. La entrada de adultos cuesta 15 euros, niños (4 a 11 años) 7,50 €. 







viernes, 7 de septiembre de 2012

Un recorrido sin fronteras en las orillas del Bajo Rin


Holanda y Alemania promocionan esta región casi desconocida y con muchas sorpresas
Holanda (Europa), 7 de septiembre de 2012 / Turismo / ENRIQUE SANCHO

Cuando cada Comunidad, cada región, cada pueblito se muestra celoso de sí mismo y no quiere compartir sus encantos con nadie más, cuando políticos ridículos exaltan lo que les diferencia de los otros en lugar de valorar lo que les une, cuando, en fin, en los viajes organizados resulta imposible vis
itar un pueblo, a pocos kilómetros de otro, solo porque está en otra región y "no toca", se agradecen iniciativas como la que ha puesto en marcha Cool Breaks (www.coolbreaks.com) que favorece y promociona una amplia zona entre el Sureste holandés y el Bajo Rin alemán, llena de encantos y sorpresas y donde, por supuesto, no existen fronteras. Holanda y Alemana unen sus fuerzas para promover una de las regiones menos conocidas de sus respectivos países, aunque no por ello exenta de encanto y atractivos para el viajero. La región fronteriza entre ambos países a orillas del Rin (Waal en la parte holandesa) nos descubre una zona rica en historia, cultura y naturaleza, y muy bien conectada desde numerosos aeropuertos españoles. 

El ejemplo parece cundir. La zona sureste de Hungría y la oeste rumana, que no se han llevado muy bien precisamente a lo largo de la historia, han organizado viajes conjuntamente que permiten descubrir lugares poco visitados. La iniciativa es tan buena que cuenta con el patrocinio de la Unión Europea. En realidad aunque la idea parece nueva, hay más de 75 eurorregiones similares, alguna desde 1972 y también alguna que afecta hasta a seis países. España participa con Francia en la llamada Eurorregión Pirineos Mediterráneo desde 2004, en la Eurorregión Galicia Norte, entre Galicia y el norte de Portugal, creada en 2008 y en la Eurorregión Espacio Atlántico, junto con Francia, Reino Unido, Irlanda y Portugal desde 1999.
  
Pero volvamos al Bajo Rin y sus sorpresas, porque aquí, en pocos kilómetros es fácil encontrar ciudades llenas de encanto e historia, como las holandesas Nimega, Arnhem o Den Bosch o las alemanas Kleve, Xanten, Neuss, Duisburg o Krefeld, o una antigua prisión de 1863 convertida en espectacular hotel y restaurante, o un enorme jardín japonés en medio de otro con más de 20.000 plantas, o infinidad de castillos bien conservados y convertidos, en algunos casos, en lujosos y singulares hoteles, o pueblos blancos y medievales anclados en el tiempo, o cientos de kilómetros preparados para senderismo o paseos en bicicleta, o la mayor exposición mundial de flores y plantas, o incontables sorpresas culinarias, o...

¿Por dónde empezar?
No es tarea fácil establecer un comienzo de ruta en esta amplia región con múltiples posibilidades. Naturalmente todo está en función de lo que uno busque: ¿ir de compras a los centros de diseño, practicar turismo activo, disfrutar la naturaleza, empaparse de arte y cultura, descubrir maravillosos spas y centros de belleza, vivir como un conde en suntuosos castillos, descubrir una gastronomía tradicional e innovadora a la vez...?
 
Tratemos de hacer un poco de cada cosa. Empecemos por la naturaleza en la zona holandesa. En el país de las flores no hay que perder la oportunidad de visitar Floriade (www.floriade.com), en Venlo (Limburgo), la mayor exposición mundial de plantas y flores que tiene lugar cada diez años y que todavía está abierta hasta el 7 de octubre de 2012 y en la que España está teniendo un papel protagonista, con uno de los más originales pabellones que ha sido visitado ya por más de 600.000 personas.
 
Floriade reúne en 66 hectáreas (unos 80 campos de fútbol) las propuestas de más de cien expositores y una treintena de países que rinden conjuntamente homenaje a la horticultura. El parque comprende cinco mundos exclusivos, zonas temáticas conectadas por zonas arboladas, cada uno de los cuales tiene su propia decoración, programas y actividades. Mundos en los que poder ver, sentir y experimentar la naturaleza de una manera que cambia constantemente. Para apreciarlos a vista de pájaro hay un teleférico que cruza el parque a 30 metros de altura.
 
“Naturalmente diversos” es el lema en torno al cual gira el proyecto de participación de España en la sexta edición de Floriade. El Pabellón de España, está gestionado por Acción Cultural Española (AC/E) y ha sido diseñado por el equipo madrileño Pulgón Diseño en colaboración con Nussli. Para la construcción del pabellón se han usado materiales sostenibles, algunos de los cuales son reciclados, como madera de cajas de frutas, tablones y maderas de obra, restos de productos agrícolas como cáscaras de frutos secos, troncos seccionados de árboles procedentes de construcciones o de incendios forestales, cañas y cañizo utilizados en instalaciones hortícolas y en la construcción tradicional, o sarmientos de la poda de la vid o el olivo.
 
Los visitantes que se acerquen al Pabellón de España podrán ver primero, desde el aire, una amplia dimensión paisajística de la península y los distintos entornos y, después, un audiovisual que muestra diez entornos productivos de manera individual. En un tercer nivel, el visitante puede informarse de los aspectos técnicos más relevantes de nuestra horticultura así como acercarse a los productos expuestos. Además, el pabellón ofrece un espacio lúdico; mediante diez cabinas sensoriales los visitantes pueden experimentar los aspectos relevantes de cada uno de los paisajes que conforman el mosaico de España, combinada con jornadas de degustación de productos españoles. 

Castillos y jardines señoriales
Y ya que estamos de plantas y jardines, se impone una visita a los cercanos jardines botánicos del Castillo de Arcen (www.kasteeltuinen.nl), uno de los más bellos de Holanda y en los que revivir el pasado en su fortaleza del siglo XVII, aunque no es muy espectacular y sus líneas son bastante sobrias en el exterior y barrocas en su interior. Hoy está destinado exclusivamente a la celebración de eventos, reuniones, fiestas, recepciones y bodas.
   
Sin embargo, los jardines sí merecen una visita y hay que dedicarles cierto tiempo, ya que son enormes. Cada estación tiene su propio encanto y en todas ofrecen un paisaje especial durante un paseo relajante. El agua tiene un papel protagonista mediante sus siete grandes estanques con plantas acuáticas asociadas a diferentes niveles. Los pequeños lagos actúan como espejos en los que los monumentales árboles se reflejan. También las esculturas ya que, regularmente, se organizan exposiciones en los jardines. En estos días hay decenas de obras de arte de Zimbabue. También tiene mucho interés las zonas dedicadas a los Jardines del Mundo en los que se recoge el estilo paisajístico de la Toscana o las Ardenas, la campiña inglesa o el estilo oriental de Japón y China.
 
Muy cerca está el castillo de Landgoed Daelenbroeck (www.daelenbroeck.nl), situado en el precioso entorno natural sobre los cimientos de una fortaleza del siglo XIV. El castillo principal, la entrada y su granja ofrecen cada uno su propio ambiente especial. En este lugar se unen la naturaleza y la paz con la cultura, el estilo, el lujo y el confort. En el Kasteel Daelenbroeck se puede pernoctar con elegancia y cenar como un señor. 
 
Aunque si se quieren experimentar otras vivencias aparentemente no tan exquisitas, lo mejor sería acercarse al hotel Arresthuis (www.hetarresthuis.nl), en Roermond, que, como su nombre parece indicar fue una antigua prisión en el siglo XIX. Las habitaciones han conservado en parte el ambiente de la antigua cárcel. Las puertas de entrada a las habitaciones tienen el cierre metálico de las antiguas celdas y en el cabecero de la cama se reproducen los mensajes pintados en las paredes por los presos. Cada actual habitación ocupa tres de las viejas celdas. El viejo corredor es ahora lugar de descanso y lectura. La comida de su restaurante Damianz, con calidad y diseño, nada tiene que ver con el antiguo “rancho” que se ofrecía a los presos.

Pequeñas ciudades con encanto
El recorrido por estas tierras sin fronteras entre Holanda y Alemania, lleva ahora a dos pequeñas ciudades llenas de encanto. Todavía en la zona holandesa, aparece el pueblo blanco de Thorn que en su día llegó a ser un minúsculo principado gobernado por una abadesa y un convento de veinte damas de la nobleza, que llegó a tener un sistema jurídico y una moneda propios. Con la llegada de los franceses en 1794, los aristócratas huyeron de la zona. Los franceses exigieron un impuesto en función del tamaño de las ventanas imposible de satisfacer por la población pobre, que había ocupado las grandes casas que antes pertenecían a personas adineradas. Lo que hicieron fue tapiar muchas de las ventanas e intentar disimular su pobreza encalando las fachadas de las casas. En la actualidad se trata de un lugar histórico que atrae a muchos turistas deseosos de ver con sus propios ojos sus calles adoquinadas, la bonita iglesia de la abadía, las típicas casas blancas y sus animadas terrazas. Vale la pena acercarse a su museo municipal, llamado «La tierra de Thorn», y contemplar el Panorama Thorn, una pintura tridimensional que representa la historia del lugar.
 
Cerca está Nimega (www.nijmegenonline.nl), que está considerada como la ciudad más antigua de Holanda. Hoy conserva buena parte del ajetreo y el bullicio de antaño, pero también se puede disfrutar de su parte moderna, que cuenta con un muelle futurista y una excelente selección de estupendos cafés y restaurantes. Situada a orillas de un río, entre colinas y bosques, las vistas que ofrece Nimega son asombrosas. Y a un paso están las reservas naturales de Ooijpolder y Duffelt por las que pasear caminando o en bicicleta disfrutando de una naturaleza bien conservada y unos magníficos paisajes a orillas del Waal, un brazo del Rin. 
 
Cruzando a la zona alemana hay que recorrer con calma el pequeño pueblo medieval de Zons (www.hvv-zons.de), con sus viejas fortificaciones del siglo XIV, unas de las mejor conservadas de Alemania, a mitad de camino entre las ciudades de Düsseldorf y Colonia. Sus murallas perfectamente conservadas, las torres y el viejo molino de viento siguen siendo un excelente ejemplo de una ciudad fortificada medieval en Renania. Curiosamente la perfecta conservación de la ciudad se debe a un hecho aciago en su día. Zons, a orillas del Rin, era un puesto de observación y aduana para cobrar impuestos. Pero el cauce del río se alejó unos cientos de metros y dejó a la ciudad sin su función principal y su sentido económico. Zons languideció y perdió importancia estratégica y gracias a ello ha podido conservarse tal como estaba en el siglo XIV hasta hoy.
 
Un paseo por sus calles adoquinadas muy bien cuidadas contemplando sus casas de ladrillo con ventanas blancas llenas de flores, vigas de madera y coquetos visillos, por sus murallas y torres que permiten contemplar el gran río a lo lejos por el que transitan barcos y gabarras, por su molino harinero con aspas que podían girarse para buscar el viento... es un viaje al pasado que emociona.

Cómo ir:La forma más cómoda de llegar a esta región es volar al aeropuerto de Düsseldorf Weeze que prácticamente utiliza en exclusiva Ryanair (www.ryanair.com). Hay vuelos desde 17 ciudades españolas con precios a partir de unos 80 euros ida y vuelta. Para recorrer la región lo mejor es alquilar un coche.

Más información:www.coolbreaks.comwww.holland.com/eswww.germany.travel/es
Para solicitar fotos:OPEN COMUNICACIONTel.: 91 447 72 91 y 670 09 82 85open@opencomunicacion.com