lunes, 30 de agosto de 2010

El enfermo tiene derecho al cariño de los que le rodean

Madrid, 30 de agosto de 2010 | Cartas al director | Nieves Jiménez


Sr. Director:


Hace unos días llamé a una amiga para preguntarle por una hermana que tiene enferma con cáncer de mamá. La encontré muy preocupada, y me dice: “Mi hermana tiene una enfermedad muy mala, pero lo peor no es eso, lo peor es que no tiene quién la cuide, la acompañe, la escuche, la saque en sus mejores momentos a dar un paseo o a lo que sea, tampoco ella acepta la situación y está muy depresiva”. ¡No crean que vive sola! Tiene marido y dos hijos mayores de edad. ¡No me extraña que esté depresiva!, porque ver a los que más quieres cuando más los necesitas, que no hacen lo que tienen que hacer, debe ser duro y encima si te falta la fe, debe ser terrible. Enseguida me acordé de una amiga mía que hace dos años pasó por lo mismo que ella. En cuánto le dijo el médico lo que tenía, cogió el teléfono, llamó a sus familiares y a todas las amigas para decírnoslo, pero eso sí, con el ruego encarecido de que rezásemos por ella para que tuviera fuerzas para saber aceptar la voluntad del Señor. Quería curarse, ¡por supuesto! Y así lo pedíamos, no obstante decía ¡Bueno que sea lo que Dios quiera! A partir de ese momento, nunca se encontró sola. Sus hijos, la familia y las amigas, hicieron un turno para que nunca estuviera sola, así que todo el cariño y cuidado del que se vio rodeada influyó bastante en esta valiosa mujer que ha superado la enfermedad, gracias a su fe y a la oración insistente de ella y de todos los que la queremos.

Todo enfermo tiene derecho a una vida digna y útil dentro de sus posibilidades. Una vida que reciba el cariño de quienes le rodean. Una vida con la que poder demostrar el cariño y la gratitud que hay en su corazón. Por eso, la visita a los enfermos, no puede quedarse en un mero protocolo, sino en un acto de caridad y solidaridad y de paso rezar por ellos para que sepan aceptar la voluntad de Dios.

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