Las Palmas, 25 de septiembre de 2010 | Francisco Cases, Obispo de Canarias.
La celebración de las Fiestas del Pino me ofrece cada año la ocasión de presentar algunas reflexiones que considero como programáticas por coincidir con los inicios de la actividad del curso pastoral, escolar, civil. Este año mis reflexiones partieron de dos hechos concretos. Por una parte, seguimos en la crisis económica-financiera, una crisis que ‘dura’, y que precisamente por esta duración la hace todavía más dañina para las personas que la sufren en su carne y en la de sus familias. Cuando sólo se puede buscar subsistir, la vida humana corre el riesgo de perder toda su calidad humana.
Muchos –decía en Teror- coincidimos en el análisis de que estamos no sólo ante una crisis económico-financiera, sino ante una crisis de valores. Con otras palabras, nos hemos dado cuenta de que el crecimiento de las listas del paro, y todos los aspectos ne-gativos del retroceso de la economía, no son sino síntomas de algo más profundo, que está afectando en realidad a los cimientos sobre los que se apoya la convivencia. Me pregunto si reflexionamos suficientemente sobre este análisis que repetimos todos. Quien sabe que la crisis afecta a los valores que fundamentan la convivencia, debe bus-car ante todo las soluciones en la recuperación de los valores. Pero ¿es algo de esto lo que estamos haciendo?
Por otra parte, el hecho de que este año conmemoramos el 250 aniversario de la colocación de la primera piedra de la Basílica de Teror, me servía para recordar que este templo es el tercero que se ha edificado para albergar la imagen de nuestra Patrona, porque los dos anteriores acabaron en ruina, y este mismo de hoy empezó a tener grietas en sus muros desde los primeros años de su construcción. Los fundamentos no eran se-guros, los cimientos no apoyaban sobre roca sólida. Hasta el s. XX no se pudieron sub-sanar estos problemas, que garantizan hoy la estabilidad y la seguridad del edificio.
Los dos hechos coinciden en la misma realidad: nuestra convivencia eclesial, pero también civil, laboral, social, ¿sobre qué fundamentos se apoya? La pregunta tiene una gran actualidad ante la convocatoria de una huelga general, promovida contra la Reforma Laboral convalidada por el Congreso de los Diputados el pasado mes de junio. Todos quedamos emplazados para tomar postura, no sólo ante el hecho de la huelga general, la participación de cada uno, la gestión de la misma, el derecho a secundarla y el derecho a trabajar, etc, sino sobre todo ante lo que es más importante: los plantea-mientos que dicha Reforma Laboral y la vida misma hacen de las relaciones laborales, tan importantes para la convivencia, y tan significativos e ilustrativos de los valores que se tienen en consideración y los que se desprecian o se minusvaloran.
La Comisión Permanente de la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) hizo público el pasado mes de junio un conjunto de reflexiones sobre la Reforma Labo-ral y el Cambio de Modelo de Organización Social, que me parecen muy importantes. Está publicado en su página web - www.hoac.es/pdf/reflexiones/REFORMA%20LABORAL.pdf y también en la de nuestra Diócesis de Canarias, e invito a su lectura y reflexión. Es bueno que cada uno busque la mayor coherencia posible a la hora de decidir su participación en la Huelga General, y es legítimo que se actúe en consecuencia. Como medida política y social concreta puede verse compatible con los razonamientos inspirados en la fe cristiana, pero a nadie se puede imponer como su conclusión necesaria, ni a nadie se debe condenar ni porque participa ni porque no lo hace.
Sin embargo hay algo que no debe quedar ensombrecido ni siquiera por el hecho de la huelga general, porque no queda solucionado a partir de su realización: la condi-ción de los trabajadores, y especialmente ahora los que sufren el desempleo. Tenemos en Canarias la tasa de paro más alta de España, y la bolsa de la compra más cara. Y esto seguirá siendo así después del 29 S. “La repetida afirmación de que esta reforma labo-ral es necesaria para hacer frente a la crisis y más concretamente para acabar con el paro que ésta ha provocado, es falsa. Porque el desempleo que hoy día se registra en nuestra economía no es el resultado de la legislación laboral, de los costes de despido imperantes (cuando se han perdido casi dos millones de puestos de trabajo sin mayores dificultades por parte de las empresas) o de las rigideces de la negociación colectiva. En un país en que hay más de cuatro millones de parados es difícil sostener con un mí-nimo de seriedad que despedir es caro y complicado… El problema del empleo en Es-paña no está en el mercado de trabajo”. (Informe de la HOAC citado, p. 13, 16)
Es obvio que el acento debe ponerse en una doble dirección: por una parte se-guir animando a los agentes sociales: trabajadores, empresarios, sindicalistas, políticos, financieros, a buscar salidas y soluciones que devuelvan la dignidad a los trabajadores creando empleo. Es necesario revisar en profundidad la orientación de la vida social, particularmente la manera de entender la economía; dar prioridad a la persona humana frente al mercado; dar prioridad al trabajo sobre el capital; defender ante todo los dere-chos de los empobrecidos; y dar prioridad a la familia.
Por otra parte, la dirección de la marcha en el camino que hemos de recorrer, no nos puede hacer olvidar el segundo tema, que es también primero en realidad: des-pués del 29 S seguirá habiendo paro, pero seguirá habiendo sobre todo gente necesitada, personas que tratan simplemente de subsistir. Ya desde el Pregón Pascual de Abril de 2009 vengo haciendo la sugerencia doble que ahora repito:
1.- Si tienes tiempo y capacidades para colaborar con Cáritas en la acogida de personas y familias, ofrécete, aprende lo que debes hacer y cómo puedes hacerlo, e im-plícate. Regala tu tiempo, que es ofrecerte a ti mismo.
2.- Si tienes seguridad económica, porque tienes un sueldo, una nómina, unos ingresos estables, pequeños o grandes, ofrece parte de lo que tienes, y no ocasionalmen-te, sino de modo sistemático, con la misma estabilidad mensual de tus ingresos. Ofrece por ejemplo la décima parte de tu sueldo para compartir con los que sufren las conse-cuencias de la crisis. Entrega tu aportación a Cáritas, parroquial o diocesana.
Tendremos que acostumbrarnos a un modo de entender la vida que incluye el compartir lo que te-nemos como criterio permanente, no sólo como disciplina de un momento o unas sema-nas.
Me consta que aquella sugerencia que hice hace año y medio fue secundada por mucha gente, y también me consta que hay quien la mantiene aún hoy.
Mons. D. Francisco Cases Andreu, obispo de Canarias.
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