Madrid, 23 de septiembre de 2010 | Opinión | Clemente Ferrer (*)
El pastor protestante Terry Jones no ejecutará su advertencia de calcinar en público ejemplares del Corán, el libro sagrado de los musulmanes. Jones podría haber llegado a un pacto con la comunidad musulmana de Estados Unidos para que no se edifique una mezquita en las alrededores de la zona cero de Nueva York, donde se localizaba el destruido World Trade Center. Asimismo tiene previsto convocar una reunión con el imán Rauf en Nueva York: “Los estadounidenses no quieren una mezquita ahí y los musulmanes no desean que quememos coranes”, afirmaron en un comunicado.
La decisión de Jones creó una situación de alerta máxima en todo el orbe. En este sentido la Organización de Cooperación Internacional Policial, Interpol, lanzó un llamamiento de alerta a 188 Estados de todo el universo señalando el riesgo de “ataques violentos dirigidos a inocentes”, si se cumplía finalmente el ultimátum.
El propio presidente Obama, ha aseverado la BBC, había sido el último en sumarse a la larga lista de peticiones para que no se consumara la amenaza de arrojar al fuego lo que denomina “un libro diabólico que compite con la Biblia e incita al radicalismo y la violencia”.
También en Dinamarca se pretendió llamar la atención arremetiendo contra la Religión Católica. Se estacionó junto a la catedral de Copenhague la efigie de una manceba preñada y crucificada, de cinco metros de altura. Se intentaba hacer una llamada al mundo frente al Papa, por favorecer la abstención sexual hasta los esponsales como inmejorable vía para remediar la transmisión de la pandemia del sida o del embarazo no querido.
Por otra parte, en Roma el supremo ratificó que; “los crucifijos se mantendrán en las escuelas porque representan, de forma sintética e inmediatamente perceptible, los valores civilmente relevantes".
Siempre he afirmado que, el ataque a la religión y a sus símbolos, es el arma de los cobardes.
(*) Presidente del Instituto Europeo de Marketing
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