Barcelona, 1 de febrero de 2011 | Cartas al Director | Eva N Ferraz
La estadounidense USAID introduce la agricultura transgénica en los países en desarrollo con el argumento de acabar con el hambre. Pero un reciente estudio de la Academia Estadounidense de Medicina Ambiental,
demostró que el rendimiento de las cosechas transgénicas, con el tiempo, fueron inferiores a los convencionales y pidió implantar una moratoria con urgencia para salvaguardar la salud de la población,
pues los organismos genéticamente modificados (OMG) son tóxicos a todos los niveles: “representan un grave riesgo sanitario en toxicología y alergia y en la función inmunitaria, en reproducción, metabolismo, y genética”. “Múltiples estudios en animales probaron daños en diversos órganos, desregulación inmune, envejecimiento acelerado, alteraciones en la insulina, la señalización celular, la formación de proteínas, y cambios en el hígado, los riñones, el bazo y el sistema gastrointestinal.” Agricultores de Iowa (EEUU) afirmaron que sus cerdos y vacas alimentados con maíz transgénico quedaron estériles. En Haryana, la India, un equipo de veterinarios informó que el búfalo que consume semillas de algodón transgénico sufre de
infertilidad, abortos frecuentes y partos prematuros. Por su parte, el presidente de la empresa de tecnología genética Epicyte, Mitch Hein afirmó: “Tenemos un invernadero lleno de plantas de maíz que producen
los anticuerpos anti-esperma”, explicando la elaboración del maíz anticonceptivo a partir de anticuerpos de mujeres que padecen infertilidad inmune, aislando sus genes y, por ingeniería genética, insertándolos en las semillas de maíz común utilizado para alimentación. Hein reconoce sin vergüenza que “es una solución para la
superpoblación”. Sí, pero ¿sus consumidores lo saben?.
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