lunes, 28 de febrero de 2011

UN PACTO POR EL BIEN DE CANARIASUN PACTO POR EL BIEN DE CANARIAS

Telde, 28 de febrero de 2011 |Opinión| Juan Domínguez Bautista (*)

Cuando en el año 1993 una serie de partidos fundaron Coalición Canaria conscientes de que en el federalismo imperfecto que configuraba el modelo autonómico español era imprescindible que Canarias tuviera una voz particular que la representara, se fraguó un instrumento cimentado sobre el pragmatismo que la situación imponía, integrado por partidos que tenían su base de acción en las diferentes islas y que representaban un amplio espectro ideológico. Aquella fórmula ha dado a Canarias importantes frutos pero contenía en su configuración el germen de su propia desintegración.

Un primer factor desestabilizador lo constituyó la visión insularista de Canarias, concebida como una mera asociación de islas gobernadas por sus respectivos cabildos y en donde el Gobierno de la Comunidad Autónoma prácticamente debería limitar su campo de acción a las relaciones con el Estado. Obviamente, esta concepción, reivindicada recientemente por Tomás Padrón (AHI) e, históricamente por las Agrupaciones Independientes de Canarias (AHI) se retroalimenta con el modelo electoral vigente que otorga una representación reforzada a las mal llamadas "islas menores" en el Parlamento y, por ende, aunque en menor medida -hace poco se hacía oír la queja de Castro Cordobés al respecto- en el Gobierno Autonómico.

Si bien este modelo ha tenido la virtud, que como territorio fragmentado que somos jamás hemos de perder de vista, de permitir a las islas no capitalinas reducir la brecha que económica y socialmente la separaban de las capitalinas en los albores de la etapa constitucional, es cierto que lo ha hecho a costa de consolidar un sistema muy poco proporcional y, lo que es más importante, de impedir a Coalición Canaria erigirse como la fuerza representativa de un nacionalismo integrador y de visión conjunta que nuestra tierra necesitaba y necesita.

La tendencia insularista en el seno de la coalición produjo, en suma, una política basada en las desconfianzas mutuas, en el marcaje en corto, en difíciles equilibrios y en pactos que, a la postre, reflejaban más los afanes personalistas y de reparto de poder que la consistencia de un proyecto político para Canarias.

Un segundo factor que ha venido a frustrar la consolidación del proyecto nacionalista lo constituyó una variante del insularismo, en este caso específico de las dos islas capitalinas, expresado como miedo o deseo de que una adquiriese supremacía sobre la otra y sobre el conjunto de la autonomía. En este sentido, la configuración dentro de Coalición Canaria fue distinta en el caso de una y otra isla. El hecho de que ATI, como partido insularista, conformara el gen original de la coalición en Tenerife, contrastaba con el caso de Gran Canaria, donde formaban la coalición dos partidos distanciados además de por su posición ideológica (el CCN como partido de Centro liberal e ICAN como partido de izquierda), por una dura rivalidad personal entre los que por entonces eran sus líderes, Lorenzo Olarte y José Carlos Mauricio. La competencia de ambos partidos dentro de un mismo espacio electoral, debilitaba la posición personal de estos líderes pero sobre todo, y dentro del contexto insularista, la de la isla de Gran Canaria dentro de la coalición. Dentro de esa combinación de factores y sin lograr dar respuesta a la segunda isla por población, el proyecto nacionalista de Coalición Canaria, tal como fue concebido en sus orígenes, devino inviable.

Cuando en la batalla por la presidencia del Gobierno de Canarias Olarte sorprendió a todos apoyando como candidato al por entonces desconocido Román Rodríguez, miembro del partido de Mauricio, se puso en evidencia que tanto Olarte como Mauricio estaban dispuestos a sacrificarse con tal de llevar al otro también al sacrificio. Al excesivo personalismo como nuevo factor de desestabilización se sumaba la reivindicación de un "pacto de caballeros" para que la presidencia del gobierno recayese alternativamente, en caso de gobernar Coalición Canaria, en cada una de las islas capitalinas, lo que no dejaba de ser coherente con la visión insularista y hegemonista que anidaba en la coalición.

Resulta paradójico que fuera precisamente la ruptura de ese supuesto pacto de visión personalista, insularista y hegemonista la que llevara a Román Rodríguez, candidato por Gran Canaria, cuando no se le garantizó acceder por segunda vez a la Presidencia del Gobierno, a escindirse de Coalición Canaria creando un nuevo partido que, desde entonces, ha venido representando mejor que ninguna otra fuerza aquello que supuestamente quería rechazar.

Mientras tanto, la otra pata de Coalición Canaria en Gran Canaria, el Centro Canario Nacionalista (CCN), también escindido de la coalición pero ya despojado del lastre personalista - con la desaparición política de Olarte - propició su refundación bajo la presidencia de Ignacio González, un político que desde la moderación, tanto ideológica como personal, ha trabajado para sanear el proyecto nacionalista canario de esos tres factores que lo han lastrado durante años. Así, lo primero que hizo "Nacho" fue reconvertir el partido,  concebido originalmente como una herramienta al servicio de su fundador, en un verdadero partido de implantación regional, valedor de un proyecto nacionalista moderno e integrador, tanto desde el punto de vista ideológico como territorial.

Inmediatamente después de definir su posición política, como partido nacionalista y de centro, el CCN se encomendó a sí mismo la misión de trabajar por la convergencia, orgánica o estratégica, de los partidos nacionalistas de Canarias, como vía imprescindible para defender los intereses de Canarias en los contextos estatal e internacional. Así lo definió en los sucesivos congresos en los que dio a su Presidente el mandato de llevar a cabo esta labor.

Desde entonces, Ignacio González, y junto a él todo el CCN, ha trabajado para establecer puentes capaces de salvar la distancia, a día de hoy casi exclusivamente personal, que impiden a Canarias contar con una única y gran fuerza nacionalista. Lo ha hecho, lógicamente, hablando con unos y con otros, propiciando encuentros, trabajando desde la discreción, la lealtad y con altura de miras. Lo ha hecho en Tenerife y en las demás islas y, sobre todo, lo ha hecho en Gran Canaria donde los miembros del CCN hemos dedicado mucho tiempo y un gran esfuerzo a intentar establecer, sin lograrlo, un punto de encuentro con el partido que dirige Román Rodríguez.

La felicitación que nos debemos por el logro del pacto entre CC y CCN queda empañada por este pequeño fracaso, del que no obstante no podemos sentirnos responsables, de no haber logrado, sobre la base del reconocimiento de los errores del pasado, extender este pacto al conjunto de las fuerzas nacionalistas de Canarias, un pacto que, si lo consideramos necesario hoy, debemos reivindicar como trascendente para la defensa de los intereses de nuestra tierra y de nuestra gente en los próximos comicios estatales, en 2012, donde una ola de reacción ante la crisis económica y su nefasta gestión por el gobierno de Zapatero, nos hacen correr el riesgo a los canarios de quedar sin una voz propia ante el Parlamento estatatal y ante Europa.

Con esta perspectiva, nos toca ahora intentar replicar el pacto logrado también en los niveles insulares y municipales, donde las situaciones son complejas y algunos de los factores que nos han mantenido divididos subsisten. Desde el CCN en Gran Canaria vamos a poner todo el empeño en propiciar y facilitar la convergencia a todos los niveles, teniendo en cuenta a nuestras bases, pero abogando por la altura de miras, la confianza y la lealtad mutua que ha inspirado la labor de nuestro partido en su acercamiento al resto de las fuerzas nacionalistas. Lo haremos, sobre todo, conscientes de la importancia que lograr la unidad del nacionalismo canario, tendrá para el bienestar de nuestra tierra y de nuestra gente.

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