Valladolid.12 de marzo de 2011 | Cartas al Director | Josefa Romo
Hoy como ayer, hay muchos falsos profetas que intentan desorientarnos. En mi caso, acudo a la enseñanza de Benedicto XVI, eximio intelectual, hombre de oración y, sobre todo, sucesor de Pedro, por lo que cuenta con la asistencia del Espíritu Santo. Interesantes sus palabras sobre la conciencia moral, ante la Academia Pontificia para la Vida, de las que entresaco:
“La conciencia moral - enseña el Catecismo de la Iglesia católica - es “un juicio de la razón por el que la persona humana reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho” (nº 1778).
(…). Muchos quisieran negar la existencia de la conciencia moral en el hombre, (…) y es importante afirmar que la calidad moral de la acción humana no es un valor extrínseco o bien opcional y no es ni siquiera un prerrogativa de los cristianos o de los creyentes, sino común en todo ser humano. En la conciencia moral Dios habla a cada uno y lo invita a defender la vida humana en todo momento (…) La elección del bien o del mal (…) terminan por marcar profundamente a la persona humana en cada expresión de su ser. Todo el hombre, de hecho, queda herido cuando su actuación se desarrolla contrariamente al dictamen de la propia conciencia.
Sin embargo, (…), Dios no le abandona, sino que a través de la voz de la conciencia, continúa buscándole y hablándole, para que reconozca su error y se abra a la Misericordia divina capaz de sanar cualquier herida”.
Desde luego, uno se puede librar del peso de la ley; pero no del peso de la conciencia cuando se carga la vida una vida inocente; pero Dios es misericordioso, presto a perdonar al que se arrepiente.
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