Girona, 12 de marzo de 2011 | Cartas al Director |Jesús Domingo Martínez
Zapatero ha cruzado una línea roja sin precedentes en la historia de la democracia. Ha utilizado el nombre de Dios en la refriega política, faltando al respeto de forma grave a todos aquellos que reconocen en esta palabra el origen de la realidad y de su propia conciencia. Rajoy, jefe de la oposición, le había pedido que presentase un plan energético “como Dios manda”, expresión que en español, desde hace muchos siglos, es sinónimo de algo bien hecho, “amb cara i ulls” decimos también en Cataluña. Y el presidente del Gobierno le ha respondido al líder de la oposición que hable con Dios y que le diga cuál debe ser ese plan energético. A lo mejor hasta pretendía ser gracioso pero le ha salido un chiste muy malo.
José Luis Rodríguez Zapatero tiene una sensibilidad que identifica el término Dios con algo vacío, con un golpe de aire, y por eso cree que se puede jugar con él. Pero el presidente del Gobierno de España no puede olvidar que por mandato constitucional está obligado a cooperar, y por supuesto respetar, a aquellos que confiesan que la palabra Dios tiene un contenido real. Su obligación es respetar a los millones de españoles que al mirar la realidad reconocen en ella el enigma misterioso de la que brota. España pertenece a una tradición que ha aprendido a descalzarse ante la zarza ardiente. Hasta el que reniega y blasfema contra Dios lo hace con una seriedad y un dramatismo que no tiene nuestro Presidente. Ni en la negación de Dios tiene Zapatero esa altura propia de los anarquistas radicales. Todo en él es un juego tonto.
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