Barcelona, 26 de mayo de 2011 | Cartas al Director | Pili Montalbán
Grupos pro-eutanasia como ‘Dignity in Dying’ defendían que la mayoría de los discapacitados apoyaba el suicidio asistido. Pero esta afirmación ha sido rotundamente desmentida por la encuesta Scope del Reino Unido: un 70 por cien de los disminuidos físicos teme con pavor la coacción ejercida hoy sobre el Parlamento Británico para legalizar esta práctica. Aprobado el suicidio asistido, tras proyectar una imagen negativa de los discapacitados como poseedores de “vidas sin dignidad”, se apelaría a su solidaridad, aceptando morir anticipadamente para evitar ser una carga familiar, social y monetaria. Llegamos de nuevo un subterfugio por el que leyes antihumanas (qué hay más inhumano que presionar a un desvalido para pedir su propia muerte), se proclaman liberadoras del hombre, en este caso de su sufrimiento, aun a costa de acabar con el mismo hombre.
Leyes que predestinan a la infelicidad y al temor a no ser deseado por ser diferente, y que suprimen la libertad de elección individual. El mundo desarrollado ha prostituido el concepto de “ser humano” y
pretende redefinirlo de nuevo, al margen de su alma espiritual, creadora e imperecedera, que Dios ha de someter a revisión una vez llegue la muerte natural. Apropiarse de la vida es una tentación al alcance de la mano que nos proclama autores de la misma, y verdugos, si esa vida nos sugiere imperfección o molestia.
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