El tajinaste rojo ha florecido de forma espectacular, cubriendo las laderas que bordea el sendero de las Siete Cañadas
• La labor de vigilancia y protección del personal del parque es esencial para que este espectáculo se repita todos los años
Tenerife, 9 de junio de 2011 | Medio Ambiente | Agencia ASSOPRESS.
Como cada primavera, el Parque Nacional del Teide se viste de gala con la llegada del buen tiempo a las cumbres de Tenerife. Cada estación regala al visitante a este emblemático espacio protegido diferentes composiciones de la madre naturaleza. Y tras un frío y en frecuentes ocasiones blanco decorado invernal, que también atrae a muchos visitantes, llega la época del año en que se manifiestan con mayor evidencia los procesos de la vida.
Uno de los más espectaculares que se pueden contemplar en el parque, es la floración de los “tajinastes rojos” (Echium wildpretii) con sus flores rojo-púrpura brotando en gigantescas inflorescencias piramidales que pueden sobrepasar los dos metros de altura. El intenso color de sus flores inunda los canchales y derrubios pedregosos donde suele vivir esta especie, aportando la sangre de la vida a los impresionantes paisajes volcánicos que lo rodean. Centenares de estos individuos decoran el lienzo del Parque Nacional y resaltan en el arco iris cromático formado por las otras muchas especies presentes, tales como los blancos y rosados de la “retama del Teide” o el amarillo limón de la “hierba pajonera”.
Buenos lugares para disfrutar de esta experiencia son los miradores del Tabonal Negro, los Azulejos o del Llano de Ucanca si hacemos una visita por carretera y la ruta de las Siete Cañadas si preferimos caminar.
Pasear o simplemente contemplar una población de tajinastes en flor, en ocasiones con más de 100 individuos y a la luz de una bonita puesta de sol en el Teide, puede convertirse en una de esas experiencias únicas que todos guardamos dentro como pequeños tesoros. Generalmente intentaremos perpetuar esa imagen mediante fotografías, pero mucho más intenso será nuestro recuerdo, que como el ciclo de la naturaleza se renovará primavera tras primavera, haciéndonos regresar a este lugar, Patrimonio Mundial, para volver a deleitarnos con esta maravilla natural. Gracias a la buena protección con la que cuenta este Parque Nacional y a la labor incansable de vigilancia y formación en el respeto por la naturaleza y los valores de conservación medioambiental realizada por su personal, podemos seguir repitiendo año tras año, para que tal y como nos lo enseñaron nuestros padres, tengamos la oportunidad de descubrírselo a nuestros hijos.
Y es que si bien la especie no se ve amenazada por los hervíboros que habitan en el parque, como los conejos – que sí son aficionados a los brotes de otras plantas – la belleza del tajinaste sí que atrae a otra especie de depredador bípedo, que, mostrando falta de civismo e ignorancia y haciendo caso omiso a la normativa de protección y conservación del parque, intenta robar tajinastes para plantarlo en sus jardines particulares, acto inútil además de vandálico, ya que el trasplante de esta especie es imposible, es tan delicada que muere irremisiblemente a las pocas horas de haber sido arrancado.
Un reclamo como la floración de los tajinastes atrae a numerosas personas y cada uno de nosotros puede colaborar a perpetuar esta maravilla. Nada mejor que ayudar a conservar nuestros recuerdos, llevándolos con nosotros pero sin necesidad de dañar el entorno donde se encuentran al realizar la visita. La naturaleza nos lo agradecerá, repitiendo su espectáculo la próxima primavera.
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