Girona,17 de julio de 2011 | Cartas al Director | Jesús D Mez Madrid
En la solemnidad de Pentecostés, el Papa nos recordó que la Iglesia no deriva de la voluntad humana, de la reflexión, de la habilidad del hombre y de su capacidad organizativa, porque si fuera así se habría extinguido hace tiempo, como sucede con las cosas humanas. La Iglesia es el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo.
Y es que, en efecto, es el Espíritu Santo el que anima a la Iglesia; una Iglesia que es católica desde el primer momento y cuya universalidad no es el fruto de la inclusión sucesiva de diversas comunidades. Desde el primer instante, de hecho, el Espíritu Santo la ha creado como la Iglesia de todos los pueblos; abraza al mundo entero, supera todas las fronteras de raza, clase y nación; abate todas las barreras y une a todos los hombres. Tal vez por eso cuesta entenderla a quienes quieren ver en la Iglesia una organización socio-política, por eso piden democracia y son los que no quieren entender nada sobre su finalidad.
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