Girona, 18 de octubre de 2011| Cartas al Director | Jesús D Mez Madrid.
El PSOE de ZP, siguiendo el modelo republicano francés y las líneas ideológicas fundamentales de la Constitución de 1931, parece que se había propuesto eliminar la esfera religiosa de la vida pública de nuestro país, hacer una separación radical (e irreal) entre la sociedad civil y la religión. Algo incoherente con el espíritu de ese marco de convivencia que nos dimos los españoles en 1978. Ninguna improvisada y sectaria ética pública (o cívica, concepto trasnochado de las Revoluciones de finales del siglo XVIII) puede sustituir el sistema de valores y la riqueza del humanismo cristiano. Por eso, nuestra Constitución invita al legislador a cooperar preferentemente con la Iglesia Católica y a tener muy en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española, algo sistemáticamente obviado durante estos últimos casi ocho años. Lo malo es que el candidato parece lo quiere volver a poner en su programa para ganar algunos votos radicales.
España es una nación social y políticamente marcada por la concepción cristiana de la vida, por la defensa de principios como la libertad, la igualdad, la justicia y la solidaridad que son de profunda raigambre religiosa y católica. Esta realidad no sólo no se puede ignorar sino que es una necedad combatirla. Eso es precisamente lo que han hecho los gobiernos de Zapatero en ese afán de destruir lo mejor y más característico de nuestro modo de ser, pensar y creer como pueblo, en aras de la creación de la “sociedad nueva” que elucubró Marx y que se muestran tan ajena a la propia identidad de España y de los españoles…
Benedicto XVI, acostumbrado a nadar contra corriente, ha hablado en su visita a Madrid de los males que aquejan no sólo a España sino a Europa y al mundo, pese a las advertencias de Jáuregui y compañía. Éstos parecía estaban asustados, por los posibles frutos y despertar de conciencias que traía consigo la JMJ. Un renacer espiritual que sólo sería el comienzo de grandes y esperados cambios…
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