lunes, 17 de octubre de 2011

Minerva Santana leyó el manifiesto institucional en el Día Internacional por la Erradicación de la Pobreza en el Mundo

• Hoy lunes, a las 20:00 horas, en el Casino La Unión, tendrá lugar la conferencia “La pobreza en el mundo ¿qué podemos hacer?” a cargo de Pedro Herranz, presidente de Caritas Diocesanas de Canarias.

Telde 17 de octubre de 2011| Pobreza | Gabinete de Prensa.

Con motivo del “Día Internacional por la Erradicación de la Pobreza en el Mundo”, que se conmemora hoy lunes 17 de octubre, la concejalía de Solidaridad, que dirige la directora de Gobierno Minerva Santana, ha organizado serie de actos en nuestra ciudad.

A las 12:00 horas de hoy lunes, 17 de octubre, se daban cita en el rincón Plácido Fleitas, la mayor parte de los miembros de la Corporación, para dar lectura al Manifiesto institucional contra la pobreza, acto que corrió a cargo de la directora de Gobierno, Minerva Santana.

Manifiesto institucional:

Juntos contra la pobreza

El Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza fue instaurado en 1993, mediante declaración por la Asamblea General de las Naciones Unidas (resolución 47/196), con el propósito de promover mayor conciencia sobre las necesidades para erradicar la pobreza y la indigencia en todos los países, en particular en los países en desarrollo - necesidad que se ha convertido en una de las prioridades del desarrollo.

En la Cumbre del Milenio, celebrada en el año 2000, los jefes de estado y de gobierno se comprometieron a reducir a la mitad, hasta el año 2015, el porcentaje de las personas que viven en la indigencia - cuyos ingresos sean inferiores a $1 dólar por día. Lamentablemente, y por diversos factores, este objetivo no se ha podido alcanzar en la actualidad, y parece poco probable que se logre para la fecha prevista.

El tema del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza de este año, “Juntos contra la pobreza”, pone de relieve la necesidad de una alianza verdaderamente mundial en la lucha contra la pobreza, en la que participen de manera activa tanto los países desarrollados como los países en desarrollo.

En la actual coyuntura internacional de crisis económica, la lucha contra la pobreza ha sufrido, como otros tantos aspectos, recortes obligados a fin de no desestabilizar, aún más, la situación financiera de los principales países donantes. Estos recortes han ralentizado considerablemente la consecución de los objetivos marcados en 2000, pero, pese a ello, es tarea obligada hacer los esfuerzos necesarios, desde todos los ámbitos, para lograr que sean cada vez menos los habitantes del Planeta en situación de precariedad.

No es tarea sencilla, ni admite soluciones simplistas. El habitual y manido discurso, basado en presentar un mundo de buenos y malos, de ricos que oprimen a pobres, del Norte enriquecido y el Sur empobrecido, conlleva a una lectura distorsionada del problema observado en su complejidad global. Implica, además, de forma subliminal, la idea de un mundo desarrollado en permanente tutela del resto de países, en una forma de paternalismo encubierto, que en poco o nada ayuda a la verdadera emancipación de las naciones más pobres y sus ciudadanos.

No es a base de donaciones infinitas, de limosnas y caridad, como el problema de la pobreza mundial logrará al fin solución, o al menos, paliación. Concurren un buen número de factores que obligan a una acción coordinada, y con amplitud de miras, que vayan más allá de los simples donativos, justificados sólo para casos de emergencia.

Las acciones de la comunidad internacional, además de para solventar las situaciones de emergencia, y para dar el apoyo necesario para el arranque de los países más necesitados y sus ciudadanos, debe forzosamente ir encaminada a asegurar que los recursos destinados a la eliminación de la pobreza se dedican, de forma rigurosa, eficaz y organizada, a tal fin.

De poco sirve realizar donaciones, si estas no tienen por finalidad dotar a la población de medios y recursos suficientes para levantar una economía propia, que pueda participar con unas mínimas garantías de éxito, en el conjunto de la comunidad internacional. Lo contrario sería condenarlos indefinidamente a la dependencia. Así pues, toda ayuda debe ir encaminada a la creación de un tejido productivo local, que permita la emancipación económica, y por ende, política y social, de los países pobres.

De manera conjunta, una contundente y coordinada acción política internacional es imprescindible para que, los países receptores de ayudas, implementen sistemas democráticos, que garanticen los derechos y libertades individuales de sus ciudadanos. Demasiados recursos hemos destinados ya a paliar el hambre, que finalmente han tenido un fin muy distinto, en ocasiones, sostener a gobiernos totalitarios y corruptos. La exigencia del buen uso de la ayuda internacional debe presidir cualquier campaña en este sentido. Es una obligación moral que tenemos para con esas personas a las que pretendemos ayudar.

No cabe, en este punto, engañosos planteamientos que defienden la ayuda a la población como elemento justificador de lo que, en el fondo, es el respaldo a regímenes corruptos, totalitarios, y a menudo despiadados con sus propios ciudadanos. La comunidad internacional debe estar vigilante, para que las ayudas económicas conlleven mejoras democráticas y sociales. De lo contrario, persistirá el problema de fondo.

Todo lo anteriormente expuesto no significa, en modo alguno, que los países más desarrollados debamos desentendernos del problema. Tenemos una responsabilidad para con los más pobres. Pero esa responsabilidad no se limita a dar dinero de vez en cuando. La verdadera responsabilidad, la que debemos afrontar, es la de dotar a esas naciones, y a sus poblaciones, de los recursos, infraestructuras y conocimientos necesarios para que ellos mismos puedan emprender el camino de la emancipación, que dejen de ser naciones tuteladas y puedan ser dueños efectivos de su destino. Esa es la verdadera lucha contra la pobreza. El resto, no son más que discursos efectistas, propagandísticos y de marcado sesgo ideológico, que pueden estar muy bien para la audiencia partidista, pero que poco o nada aportan a la solución del problema en su conjunto, siendo más bien parches provisionales.

De nada serviría la tan reclamada condonación de la deuda, si no va acompañada de medidas que aseguren, como hemos expuesto, la dotación para esos países de un tejido productivo eficiente. Con el tiempo, la deuda volvería, por la dependencia económica de esas naciones, y ese, entendemos que no es el camino. Al tiempo, la exigencia del escrupuloso respeto, por parte de las naciones receptoras, de los principios democráticos y de libertades que han hecho posible el progreso del llamado Primer Mundo, es cuestión innegociable.

Por todo ello y en coherencia con lo expuesto anteriormente se propone al Pleno de este Ayuntamiento la aprobación de los siguientes

1.- Reafirmamos nuestra adhesión a la Campaña Internacional para la Erradicación de la Pobreza, a la exigencia de cuantas acciones vayan encaminadas a lograr la verdadera emancipación económica, política y social de los países pobres, y a cuantas iniciativas se desarrollen para conseguir que los compromisos adquiridos en la aludida Declaración del Milenio se conviertan en una realidad.

2.- Apoyamos elevar las consideraciones aquí expuestas al Gobierno del Estado, recordándole los compromisos adquiridos en el año 2000, la necesidad de su cumplimiento y solicitándole haga todos los esfuerzos a su alcance para que los objetivos de la Declaración del Milenio se conviertan en una realidad en la fecha prevista.

Por otra parte, la tarde de hoy lunes, a las 20:00 horas, en el Casino La Unión, tendrá lugar la conferencia “La pobreza en el mundo ¿qué podemos hacer?” a cargo de Pedro Herranz, presidente de Caritas Diocesanas de Canarias.

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