Madrid, 22 de noviembre de 2011 | Política | M. Medina
La foto del día después de la mayoría absoluta del PP no es la de las bolsas bajo los ojos de Zapatero, que anunciaba un congreso del PSOE para principios de febrero con los mismos tics de optimista de siempre que ya veremos a dónde llega el partido socialista porque Rubalcaba no se quiere ir, que parece que no se ha enterado de que han perdido casi cinco millones de votos; tampoco era la a de Mariano Rajoy con los papeles a primera hora en el despacho, que mientras la veíamos le venía a uno a la cabeza el pico que se dio con la Viri en el balcón de Génova, que ahora va a resultar que este hombre tiene pasiones; ni la de Cospedal pidiendo limpieza en el traspaso de poderes.
La instantánea de ayer es la de Aznar en el Comité Ejecutivo Nacional, al que no asistía desde septiembre de 2003, desde que empezaron a caer chuzos de punta. Aznar ha querido reivindicarse y en su partido, ahora ya generosos, le han dejado. Ha querido reivindicar con esa foto que es el hombre que consiguió meter a España en el euro, reducir el déficit, sanear la economía, poner a España de moda, promulgar la ley de partidos políticos para dejar a ETA fuera de las instituciones. Ha querido cerrar el paréntesis. Ese que se abrió a mediados de su segunda legislatura cuando algunos medios de comunicación decidieron que había que repetir el Maura no pero a lo bestia, hasta llamarlo asesino.
Si Aznar puede aparecer otra vez en las fotos, como aparece González, a pesar de sus muchos errores, es que la desgraciada polarización que ha sufrido España desde hace diez años puede empezar a desaparecer. Y seguro que ese Aznar que vuelve a salir en los retratos reconoce en su fuero interno que ni la Guerra de Iraq ni el atlantismo acrítico ni ciertos gestos que le distanciaron de la gente estuvieron bien. Pero sólo en su fuero interno.
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