Valladolid. 01 de diciembre de 2012 / Cartas al Director /Josefa Romo Garlit.
Monseñor Osoro, Arzobispo de Valencia, en la Misa de la festividad de los Santos Inocentes, afirmó: “Estamos haciendo de esta Humanidad un campo de concentración, un campo de exterminio”, “la vida es lo más sagrado que existe y nadie puede cuestionarla ni decidir sobre ella”. Dijo la verdad, en un momento de la historia en que la verdad no se busca, no se proclama y se esconde, por falsa prudencia, en ambigüedades.
La cultura de la muerte se encuentra frente a una sociedad que clama por la vida y siente un profundo rechazo por la matanza de inocentes, en número, ya, incalculable en el caso del aborto. Juan Ignacio Moreno Iturralde, profesor de Filosofía, lo expresa así: “Más allá de conveniencias o inconveniencias, de deseos o rechazos, la sociedad de mayor ecología humanista apuesta por proteger y amparar al niño que viene de camino y a la mujer que lo sustenta. El eco-feminismo más solidario y pacífico defiende la tolerancia cero respecto a la violencia en el seno de la vida humana. Se trata de hacer sostenible una genuina cultura de la igualdad de oportunidades ante la aventura de la existencia” (Visión cristiana). Sobre el tema de la vida humana, el mismo profesor M. Iturralde escribió: “La cultura de la vida emerge del respeto y magnanimidad con los mortales”
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