Málaga, 5 de marzo de 2012 / Cartas al Director / Pilar Mariscal.
Sr. Director:
Todos los años cuando llega este día me hago la misma pregunta: “Mujer Trabajadora”, naturalmente se refieren a la asalariada, a la que trabaja fuera de casa. Yo he trabajado antes, - o sea, fui asalariada- luego dejé de hacerlo para dedicarme más de lleno a mis hijos y a mi madre que ya era mayor y necesitaba que la cuidasen. ¿Qué pasa, que yo ya no soy mujer trabajadora?
Hay muchas mujeres que nos dejamos la piel todos los días para que todo esté a punto y en su sitio, en casa y nuestros hogares salgan adelante. El hogar bien atendido y la educación de los hijos son imprescindibles para la buena marcha de la familia y de la sociedad. Recordemos que siempre ha sido la mujer, la que en situaciones más desesperadas, -la historia pasada y presente es testigo de ello-, posee una capacidad única de resistir, de hacer la vida todavía posible en situaciones extremas. Por ejemplo en estos años de crisis. Hay muchas que con su trabajo callado en el hogar, es el tesoro inapreciable de su familia. Con paz y sin agobios realiza sus tareas, atiende más tranquila a su marido, tiene más tiempo para escuchar a los suyos, acompaña serena, los hijos la encuentran siempre disponible y relajada. Pero aún así, seguimos comprobando que las mujeres seguimos siendo penalizadas por ejercer nuestra libertad de trabajar para nuestros seres queridos. Se necesita, en efecto una justa valoración del trabajo desarrollado por la mujer en la familia.
Ya saben, no hay más ciego que el que no quiere ver.
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