SALT (Girona), 18 de agosto de 2014 / Cartas al Director / Valentín Abelenda Carrillo
El ‘trabajo’ de un Papa no se limita ya a gobernar la Iglesia, sino a anunciar a Dios a un mundo orgulloso de su progreso material, pero sacudido por terribles guerras e injusticias, y una angustiosa epidemia de vacío y soledad. Juan Pablo II, testigo de los crímenes del nazismo y el comunismo, insistió en un mensaje que bien podría asociarse también al pontificado de Juan XXIII: que el mal no tiene la última palabra, porque el amor de Dios es más fuerte. Ése es el sentido del trabajo que está desarrollando el Papa Francisco como hemos podido observar estos últimos días, una de las frases que de este viaje se ha entresacado es: “Advierte de la idolatría de la riqueza” dicho en un país que emerge con fuerza.
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