Cáceres (Extremadura), 24 de marzo de 2015 / Cartas al Director / Juan García Rodríguez
El curioso prodigio de la licuefacción de la sangre de San Jenaro, que tiene lugar sólo en tres fechas fijas cada año, se produjo el sábado, día 21, cuando el Papa Francisco impartió la bendición con la reliquia del obispo martirizado en el año 305 y venerado por los napolitanos como muy pocos santos en todo el planeta.
El Papa dio la bendición con la reliquia. Cuando la recibió, la sangre estaba sólida, en un lado de la ampolla de vidrio. Al devolver el relicario al arzobispo de Nápoles, este lo miró y dijo: “Se ve que San Jenaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”.
La Iglesia no califica este fenómeno de “milagro” sino meramente de “prodigio”, pero para los napolitanos es mucho más. Cuando, en la fecha prevista, la sangre no se licúa, temen grandes desastres. Por el contrario, un prodigio suplementario fuera de esas fechas, lo interpretan como buena señal.
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