Palamós (Girona), 07 de marzo de 2015 / Cartas al Director / Xus D Madrid
Túnez celebró este pasado otoño elecciones legislativas, las primeras después de la adopción de una Constitución debatida durante tres largos años, desde el inicio de la mal llamada “primavera árabe” de la que fueron pioneros los propios tunecinos. El resultado provisional sitúa en primera posición, con escasa diferencia, a los dos principales partidos opuestos entre sí: el islamista “En-Nahda” y un conglomerado de independientes llamado Nida Tunes, lo que hará muy difícil la formación de un gobierno estable. Está en juego la interpretación de la nueva Constitución: considerada la más avanzada y democrática del mundo árabe, es la primera que rechaza la “sharía” o ley islámica como inspiradora de la legislación. Sin embargo, la ley magna deja un amplio campo a la ambigüedad. Por un lado define al país como un “Estado musulmán” cuyo jefe de Estado debe profesar notoriamente esta religión, y por otro admite la libertad de conciencia y la igualdad entre hombre y mujer.
En consecuencia, las futuras leyes tendrán que combinar la defensa obligada de la identidad árabe y musulmana con las libertades de un Estado de Derecho, entre las cuales figura el carácter sagrado de la vida además de la citada libertad de conciencia. Hay que tener en cuenta, no obstante, que el propio partido islamista ha sabido moderar sus exigencias a partir de la experiencia vivida en Egipto, donde los partidos religiosos han sido prohibidos tras la caída de los Hermanos Musulmanes. En todo caso, el nuevo Túnez ha sido acogido por el mundo occidental con la esperanza de que pueda demostrar que Islam y democracia pueden ser compatibles.
Cordialmente
Xus
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