Girona (Cataluña), 18 de julio de 2015 / Cartas al Director / Enric Barrull Casals
La nueva alcaldesa de Córdoba, la socialista Isabel Ambrosio, ha dado orden de que se vayan retirando del consistorio los cuadros y objetos artísticos de temática religiosa. Se trata del último de varios casos de hipersensibilidad laicista por parte de los nuevos gobiernos municipales surgidos de las elecciones del 24 de mayo. En Galicia varios regidores se negaron en junio a participar en la Ofrenda al Santísimo de Lugo, arraigada tradición popular que se remonta al siglo XVII. Los obispos gallegos explicaron que la presencia de autoridades en este tipo de actos no compromete la laicidad de las instituciones, sino que expresa una relación sana con la ciudadanía.
Si los alcaldes participan con normalidad en acontecimientos deportivos o culturales, al margen de sus gustos personales, vetar su presencia en otro tipo de actividades tan multitudinarias y arraigadas o más, simplemente por su naturaleza religiosa, supone una injustificada discriminación hacia los creyentes. Laicidad no significa hostilidad al hecho religioso.
Por lo demás, no deja de ser llamativa esta actitud precisamente en Córdoba, ciudad donde un importante sector de la izquierda lleva años empeñada en que la catedral, en la que desde hace 8 siglos celebran su fe los católicos, se convierta en mezquita, siquiera a tiempo parcial.
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