Girona (Cataluña), 13 de julio de 2015 / Carta al Director /Jesús D Mez Madrid
La Libertad de conciencia es un derecho de todo hombre en su dimensión individual, pero también social. Nadie, tampoco el poder político, puede forzar a alguien a actuar contra su conciencia, como tampoco impedir que actúe conforme a ella. La tradición política y jurídica del mundo occidental se ha construido sobre la convicción firme de que existen espacios reservados de la conciencia, ante los que el poder político debe detenerse. Los Estados Unidos, recordémoslo, nacieron precisamente para defender este principio ante el que no hay excepciones que valgan. No obstante, en el caso del matrimonio entre homosexuales parece que, en este país, el TS ha alertado sobre los riesgos que pesan sobre quien actúe conforme a ella, a conciencia, claro. ¿Tanta es la fuerza del lobby?
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