Palafrugell (Girona), 08 de octubre de 2015 / Cartas al Director / José Morales Martín
Según el diccionario de la RAE, el adanismo es el “hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente”. Hay mucho adanismo, y de varias clases, en una campaña electoral. Una primera variante es la que ofrecen los nuevos partidos que van a romper el malhadado bipartidismo. Según su esencia y declaraciones, nada vale de lo hecho hasta ahora. No solo es vital e imprescindible cambiar de chaqueta, sino también de camisa, de sastre, de tejido y hasta de los alfileres que sustentan las etiquetas. Todo un mundo por descubrir, una democracia por hacer, un país por levantar, una sociedad por regenerar… Nos ofrecen cambios sensatos, asaltos a los cielos; desfenestración de los ancianitos de más de cincuenta tacos, eterno retorno a la indignación perpetua… Quizás tengan razón, pero uno lee lo de adanismo y, con cierta resignación-fatalismo, asiente para sus adentros.
Y luego está una especie de adanismo sobrevenido y de usar y tirar que se da entre los que estuvieron y quieren seguir estando pero que no se note en exceso que metieron la pata o que lo suyo es manifiestamente mejorable, como las fincas ociosas de los terratenientes, algunos recordaran aquella ley. Me refiero a quienes ocupan cargos desde que el capitán Trueno era sargento y ahora anuncian planes y programas como si fueran debutantes. ¿Por qué no los pusieron en marcha antes? Y me refiero también a quienes son candidatos por primera vez por un partido que lleva rigiendo esa institución desde la toma del Gurugú y ahora prometen todo lo contrario a lo que hicieron sus antecesores a quienes, sin embrago, defienden. Si lo hicieron tan bien, ¿por qué esos cambiazos? En fin, que por aquí abunda el adanismo y los adanes. Y muchos de ellos sin hojas de parra que les tapen las vergüenzas. Aunque no es tiempo de poda en verde habrá que hacerla.
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