Santa Cruz de Tenerife (Canarias), 15 de diciembre de 2015 / Artículo de opinión / Melisa Rodríguez (*)
Siempre que he tenido la oportunidad, me he animado a bailar una isa o una folía en un baile de magos o una romería. Siento un profundo respeto por las tradiciones, el folclore y el arraigo cultural de las Islas. En días de tanto ajetreo político, me he dado cuenta que estos dos bailes tradicionales son un reflejo de dos maneras diferentes de enfrentarnos a la vida y a los problemas que nos encontramos en el camino.
La isa posee un ritmo alegre y vistoso. Su energía se desborda e invita a realizar constantes cambios de ritmo y giros que llevan a avanzar o retroceder, a girar a la derecha o tornar a la izquierda. Ese ritmo en ocasiones desbocado, en el fondo encierra poco control cuando no se domina el escenario o se improvisa, lo que lleva irremediablemente a traicionarse a uno mismo si no se respetan las reglas.
Por el contrario, la folía es melódica, cadenciosa y reposada; es puro sentimiento a flor de piel. La folía define la constancia del trabajo en grupo, del mimo por los detalles y el cuidado de las formas. La folía no necesita prisas ni las exige; requiere dedicación plena y trabajo constante. Sin duda, los valores de la folía se asemejan a mi forma de ver y entender la vida y el trabajo diario.
Por eso, cuando estos días de campaña electoral se llenan de titulares de prensa con declaraciones altisonantes en las que algunos candidatos exaltan su condición de canarios, se disputan la autoría de propuestas novedosas que sin embargo llevaron también en sus programas hace cuatro años y jamás cumplieron, y sacan a relucir cifras que reflejan las necesidades básicas de los canarios que han sido incapaces de cambiar cuando han gobernado, me pregunto si han sido alguna vez buenos bailarines.
Los miro de reojo, y pienso por qué no han bailado para los canarios durante estos últimos cuatro años como lo están haciendo en estos quince días de campaña plagados de debates, entrevistas y encuentros con los ciudadanos. No es difícil adivinar, solo con fijarse un poco, que ninguno de ellos destaca por sus dotes para el baile; siempre a destiempo, cansinos en los movimientos, como si llevaran una carga a cuestas y ya no les quedara rastro de ilusión. Ninguno de ellos me puede negar que hace mucho tiempo que dejaron de bailar con cierta armonía, si es que alguna vez lo hicieron.
En mi condición de canaria, solo puedo asegurarles que si resulto elegida tendré la oportunidad de bailar isas y folías en Madrid cuando sea necesario cambiar el ritmo para defender los derechos de todos y cada uno de los canarios. Porque la voz que represento es la de una mujer canaria, trabajadora y constante, que quiere que todos los canarios sean iguales al resto de los españoles y puedan disfrutar los mismos derechos. Mi voz y la de mis compañeros si se escuchará de verdad en el Congreso, porque formará parte de un grupo político con posibilidades de gobernar o influir en la toma de decisiones importantes que afectan a los canarios. Que empiece el baile.
(*) Melisa Rodríguez es candidata de Ciudadanos (C´s) al Congreso de los Diputados por la provincia de Santa Cruz de Tenerife y miembro de la Ejecutiva Nacional de Ciudadanos
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