Girona (Cataluña), 3 de mayo de 2015 / Cartas al Director / Jesús Domingo Martínez
Ante la catástrofe sufrida en el Nepal me ha venido a la mente el hecho de que los terremotos han sido en los últimos siglos una provocación para la razón del hombre moderno, una cosa difícil de comprender para quien la razón es el único elemento de conocimiento y de explicación de la realidad. La naturaleza, que está ordenada para hacernos posible la vida, de pronto causa muchas muertes y mucha destrucción. El famoso terremoto de Lisboa de 1755 fue la ocasión en la que algunos pensadores proclamaron que ya no era posible seguir creyendo en un Dios que permitiera tales catástrofes. Sin duda un seísmo como éste nos hace preguntarnos sobre el porqué de tanto sufrimiento. Y no encontramos respuestas exhaustivas a esta pregunta.
Pero en circunstancias como ésta vemos personas que tienen la certeza de que Dios les acompaña, de que no está lejos de su sufrimiento. De que ese sufrimiento es algo radicalmente misterioso, pero que puede transformarse en fuente de una humanidad más grande. Puede parecernos una posición ingenua a nosotros los occidentales, que ya creemos saberlo todo. Pero el hombre es verdaderamente racional, si se abre a esta hipótesis.
