Cáceres, 18 de marzo de 2010 | Cartas al Director | Josefa Morales
Se conocen los "reality shows" exponiendo los propios pecados en radio y televisión como si de un confesionario se tratara. Si hay problemas graves, lo propio es acudir al psicólogo; cuando hay pecados, al confesor, arrepentidos. El poder del sacerdote le viene de Jesucristo, independientemente de la santidad del sacerdote: “«A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 23). Luego, no deben dar la absolución sin oír la confesión de los pecados concretos, uno de los requisitos esenciales, indispensable salvo en situaciones en que eso sea imposible (una catástrofe, por ejemplo.). El segundo Mandamiento de La Iglesia manda “confesar los pecados mortales al menos una vez al año, y en peligro de muerte y si se ha de comulgar”. Desde antiguo, existe la costumbre de confesarse en Cuaresma; pero es mejor recibir con frecuencia el sacramento que otorga la gracia o la aumenta, llena el corazón de paz y fortalece el alma. Llama la atención la cola para comulgar y su falta en los confesonarios, salvo en celebraciones de la Penitencia al acercarse la Semana Santa. Como señala Monseñor Munilla, “la práctica del sacramento de la Penitencia sufre una notable crisis. Por ello, es necesario que recuperemos este tesoro de gracia, expresado en el mismo Credo: “Creo en el perdón de los pecados”.
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