Las Palmas de GC, 12 de Julio de 2010 | Opinión | Marisol Ayala http://www.marisolayala.com/?p=3636
ASSOPRESS.
Hace unos días visitó por primera vez este blog Soledad Perera, la madre pre adoptiva de la niña Piedad. En esa ocasión hablamos un poco, cambiamos opiniones y al finalizar le pedí que le escribiera a través de este espacio una carta abierta a su niña, ingresada como saben, en un centro de menores en Gran Canaria a la espera de que la Administración canaria y judicial se impliquen decididamente en este vergonzante caso que ha puesto en juego la estabilidad y la vida misma de una criatura indefensa. Soledad me envió tres días después la misiva no sin antes reconocer que cada letra, cada ternura y cada recuerdo a su niña activó sus lágrimas. He aquí su desgarrador testimonio que ojalá alguien haga llegar a la pequeña Piedad para que una vez más recuerde como la quieren en esa casa de La Orotava donde la esperan con los brazos abiertos.
Soledad Perera, la madre pre adoptiva de Piedad, continúa esperando...
Hola, mi niña del alma:
Te escribo esta carta con la esperanza de que algún día pueda llegar a tus manos. No sé que edad tendrás entonces pero nada habrá cambiado, los sentimientos no se difuminan ni se pierden en el espacio.
Decirte que, desde hace tres años, muchas veces te hemos escrito, tus hermanos, yo…tu familia, que nunca te hemos olvidado ni te olvidaremos jamás; que tuvimos el orgullo de que formaras parte de nuestras vidas y que ese hueco que anida en nuestros corazones, estará siempre reservado con tu nombre, para ti.
Que no ha sido fácil el camino, que lo hemos intentado todo para que supieras que nunca te hemos abandonado y para recordarte lo gran persona que eres, lo inmensamente generosa que fuiste con nosotros y que igual que eran auténticos tus besos, abrazos y achuchones, los nuestros también eran reales y traspasaban los rostros hasta fundirse en un arcoiris repleto de matices de afectos.
Que sepas, niña de mi alma, que tu cama seguirá aquí en nuestro hogar, que tu cajita de recuerdos está intacta, que tu ropa continúa guardada entre jabones de jazmín, en las gavetas que tantas veces abrieron y cerraron tus pequeñas manos. Los libros, tus libros, inmersos de colores y contenido, mantienen vivas las estanterías y las fotos, nuestras instantáneas, perviven colgadas en las paredes de nuestra casa y forman parte del paisaje de cada día.
Que he rogado a Dios, ¡no sabes cuánto! que estés bien, que no te olvides que vales mucho, que eres ¡grande, grande! pero vulnerable también. Que sigas sonriendo e iluminando tu rostro con esos ojos de ángel, como lo sabes hacer, y cuando tengas ganas de llorar pidas ayuda, porque, mi niña, tú nunca has hecho nada malo, no eres culpable de nada, sólo has hecho bien y has regalado momentos dichosos a quienes te hemos querido.
Campanilla
Mi querida niña, yo estoy bien, todos estamos bien. Tu hermana mayor ya es médico, como tú querías ser. Tu maletita roja de Reyes, con la que tantas veces utilizaste el fonendo auscultando a tus muñecas, sigue en tu habitación. Tu hermano mayor, alto y de un enorme corazón, algún día te elevará de nuevo hasta el cielo, con sus brazos, hasta que roces las nubes, y tu hermana pequeña ya está en el Insti, como ustedes decían. Ella guarda sus zapatos y su ropita más especial para ti, porque la vida lleva su rumbo y seguimos adelante aunque te echamos de menos mucho, pero estamos juntos. Lo más que importa es que tú estés bien ¡ojala hubiese un hilo de seda invisible que llegara a ti y como Campanilla te susurrara al oído lo cerca que estás de nosotros!
Nunca nadie ha entendido que yo no podía “entregarte” sin luchar, a un abismo tangible, con los argumentos de peso que teníamos a mano. No podía permitir producirte un desgarro afectivo porque eras una niña feliz y que tu sonrisa y carcajada se convirtieran de repente en un llanto inconsolable, ni que tus días luminosos los cubriera para siempre el ocaso. No han querido ni verlo ni entenderlo porque, a veces, las personas mayores son así, se equivocan y no rectifican y a los niños pequeños les silencian su voz.
Le doy las gracias, mi amor, a tu madre biológica por haberte traído a este mundo, pero al mismo tiempo ruego que no sea para que sufras más. Les doy las gracias a muchos miembros de tu familia biológica por habernos comprendido, ayudado y alentado. No importa, vida mía, lo que haya podido pasar, yo soy una persona adulta y tengo alternativas y recursos para salir adelante, pero sí nos importa qué te pueda ocurrir a ti y como te sientas.
Me gustaría que hubieses seguido en casa, adquiriendo principios como los de tus hermanos, cuidando de ti, tomando las medicinas a tus horas, jugando al Monopolio, a Gestos, a Quién es Quién…comiéndonos el potaje todos juntos y verte amasar gofio, disfrutando con tu hermanita pequeña. Hablar de Alicia en el País de la Maravillas, de Winnie de Pooh, y darnos el abrazo gigante cada vez que llegaba la noche.
Tus perritos, Gara, Fisco, Fotingo, tus gatos, Gandhi, Alba y Negrita siguen bien, tan juguetones y cariñosos como siempre, a pesar de que nunca dejan de hacer travesuras. Todo sigue en su lugar, el parque, los columpios, el kiosco, las aceras, las flores…tus geranios.
Pequeña niña, si algún día sólo crees escuchar al silencio, ten por seguro que sigue latiendo el amor en nuestros corazones, que el cielo es azul, que las gaviotas surcan el mar y el romero de tu patio continúa con su tierra húmeda, bordeado de musgo verde, al lado de esta puerta que siempre seguirá abierta para ti.
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