lunes, 14 de febrero de 2011

Este mundo, un reflejo de las religiones de culto



Málaga, 14 de febrero de 2011 | Opinión | 

Jose Vicente Cobo Roman

 

Vivimos en una sociedad cuyo calendario comienza con el nacimiento de Jesús. ¿No es entonces deplorable que 2000 años después se encuentre al borde del abismo? ¿Vino Jesús para eso? La Tierra sufre bajo el cambio climático causado por el hombre, aunque si los seres humanos que pertenecen a la llamada cristiandad, hubiesen cambiado en estos 2000 años, también cambiaría el clima, pero no a peor; de hecho no en vano Jesús nos enseñó: «Sed perfectos, como perfecto es vuestro Padre en los cielos».

El hombre es el causante de las catástrofes ¿por qué se acusa entonces a Dios de ellas? Porque los sacerdotes con sus dogmas romanos las atribuyen a los misterios de Dios, en lugar de asumir su responsabilidad como secretistas adornados de cultos. Si Dios realmente tuviese misterios de los que se derivasen necesidades, miseria y sufrimiento, Jesús habría sido un mentiroso y Su enseñanza de un Dios amoroso, sería una pura blasfemia. Si Dios realmente tuviera misterios, Jesus no hubiese prometido la venida del Consolador que nos conducirá a toda la verdad; sería una traición a Dios y una contradicción entre uno y otro.

Los 2000 años de supuesto cristianismo están llenos de asesinatos, saqueos, violaciones, explotación, servidumbre de seres humanos, maltrato a la naturaleza, animales, plantas y minerales. Llenos de falta de consideración y corrupción, de luchas y enemistad entre pueblos, llenos de guerras, de torturas, de embrutecimiento y de crueldad. ¿Se equivocó Jesús de Nazaret? ¡No! Dios es el amor y el amor de Dios no conoce fronteras y pertenece también a los animales, a la naturaleza y a toda la madre Tierra.

Quien tortura o asesina a los animales y ultraja la Tierra odia a Dios y sirve al dios de las tinieblas, que es el dios del horror. Para realizar su impiedad, ese dios instauró sacerdotes que le sirven, atribuyendo a toda vida la falta de valor con la que ellos mismos se rodearon. Por ese motivo niegan ellos que los animales tengan alma, y proceden bestialmente contra todo lo que es más noble, fino y puro que ellos.

Quien odia a Dios, el Eterno, lucha contra Su creación. Causa sufrimiento y división en todos los ámbitos de la vida, incluyendo a la naturaleza y los reinos animales, según la ley del dios de las tinieblas cuya ley dice: «Separa, ata y domina». El «Une y sé», que proviene de las Leyes de Dios es para él una espina, porque conduce a la Unidad, al amor de Dios, que todo lo abarca, porque Dios, el Eterno, es Amor omniabarcante.

2000 años después del nacimiento de Jesús, Dios ha vuelto a enviar a un gran profeta, Gabriele, a través de la que advierte nuevamente a la humanidad de los efectos de su comportamiento. Jesús ha cumplido lo que nos prometió, enviándonos al Espíritu de la Verdad, al Consolador, que nos ha conducido y conduce a toda la Verdad. Él dice a cada uno de nosotros: `Sígueme´ pero no al culto, a los ritos, dogmas y ceremonias, porque ¿de qué han servido? El estado de este mundo es el reflejo de las religiones externas de culto, con fachadas blanqueadas, bellas por fuera, pero llenas de podredumbre y huesos de muertos por dentro. Las bandejas de ofrendas de la así llamada cristiandad están rebosantes de huesos de pueblos enteros, de razas y de naciones, también de miles de millones de cadáveres de animales, a los que en lugar de protección y cuidados se les dispensaron y siguen dispensando crueldad y destrucción.

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