Girona, 1 de marzo de 2011 | Cartas al director | Jesús Domingo Martínez
El Consejo de Ministros de Exteriores de la Unión Europea, por fin, ha aprobado una condena explícita de la persecución de los cristianos en el mundo. Esta vez el Gobierno español ha rectificado y ha decidido, sin ambigüedades, ponerse de parte de la libertad y los derechos humanos, como antes hicieron Italia, Francia o Alemania.
Ahora la mención no queda reducida a una referencia genérica a los diferentes grupos religiosos que sufren persecución, sino que se cita expresamente a los cristianos, a cambio eso sí de mencionar también a los musulmanes. Nadie con sentido común puede oponerse ni entenderlo como una transacción política. Se está pidiendo libertad para todos y que dentro de ese marco se llame a las cosas por su nombre, sin edulcorar nada por el hecho de que sean cristianos los que sufren las matanzas en países como Egipto, Irak, Bangladesh, China, Indonesia, Pakistán o Sudán, por citar sólo algunos de los ejemplos más llamativos donde se han producido recientemente episodios de persecución.
La condena de la Unión Europea, como sabemos, no tiene carácter vinculante, pero la cuestión de la libertad religiosa ha sido introducida en la agenda política. Afortunadamente, porque se trata de una de las cuestiones más decisivas para la paz y la convivencia, para el futuro de la humanidad.
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