¿No se podría decir que cuando manipulamos algo, es como si le quitáramos en su mayor parte la libertad de ser, vivir y desarrollarse como corresponde a su naturaleza, es decir, como Dios lo dispuso en la creación?
Málaga, 25 de abril de 2011 | Opinión | Jose Vicente Cobo Roman.
El ser humano no debe acumular riquezas desmedidas y una prueba más de ello es que si echamos una mirada a nuestro mundo, son precisamente los ricos, los que están a favor de la manipulación genética. Justamente aquellos que están prácticamente solo a favor de sí mismos y no a favor de los pobres. Pues en este mundo hay tanta hambre porque sólo unos pocos son los poseedores de mucha riqueza, ya que la Tierra regala alimento para el doble de la población actual.
Por si fuera poco en estos días se ha podido escuchar una vez más, como El Vaticano apoya la manipulación genética, de hecho la ha bendecido con el argumento de que puede favorecer a los pobres y frenar el hambre en el mundo. Pero nada mas lejos de la verdad, pues lo cierto es que justamente los más pobres son los más afectados por este nuevo sistema de cultivos. En este punto habría que recordar a la Iglesia católica las palabras contenidas en la Biblia, donde se narra cuando Dios hubo terminado su Creación, allí se dice: “Y El la vio y vio que todo estaba muy bien”. ¿Por que entonces el ansia humana de perfeccionar lo que de por sí es ya perfecto?
Al planeta Tierra explotado y saqueado le hemos quitado su libertad, pues además de que privamos a la naturaleza de su crecimiento normal, también explotamos sus entrañas quitándole lo que no nos pertenece, es decir las riquezas y tesoros que luego acumulan pocos, que se hacen poderosos y que se sitúan por encima de otras personas. Si por el contrario compartimos nuestra riqueza, entonces se desarrolla la igualdad, un concepto aún abstracto y que nos adeuda moralmente con el tercer mundo.
Pero cuando damos, también recibimos. Entonces recibimos también la capacidad para arreglar la Tierra, darle vida nueva y fresca, para que la Gran Madre, nuestra sustentadora pueda servir a todos los seres humanos
Posiblemente todo lo que acumulemos de más como extra, algún día lo tengamos que pagar con creces, devolviendo también a todas las personas lo que de alguna forma le quitamos. Y esto puede suceder si no en esta vida, en la siguiente. De hecho ya Jesús de Nazaret nos aviso al respecto en Su Sermón de la Montaña cuando dijo: “No vaciles en hacer las paces con tu prójimo, en tanto vayas con él aún de camino, no sea que te entregue al juez y éste al alguacil y seas llevado a la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.” (Mat 5,25). Lo que también puede significar el tener que hacer las paces con la Madre Tierra en tanto vivamos aquí, antes de que las consecuencias de nuestros actos nos alcancen. De hecho en el Evangelio de San Pablo se puede leer: “Lo que el hombre siembre, eso cosechará”. Por lo tanto si alguien manipula semillas, las ofrece a otros sin conocer como puede afectar a su salud y se enriquece con ello, algún día podría ser él mismo manipulado.
En el Libro “Esta es Mi Palabra” de la editorial Vida Universal, una obra manifestada a través de la profecía del tiempo actual, encontramos los siguientes párrafos que hacen alusión a los ricos de este mundo y que puede poner luz al respecto:
“Donde hay comunicación pura, fluye también energía eterna cósmica. Pero donde las fuerzas del amor están atadas, hay dureza de corazón, egoísmo y esclavitud. Ahí no hay comprensión ni tolerancia. Ahí solo existe el tomar y ningún caso el dar y recibir.”
“Es Ley: Lo que el hombre hace al menor de Mis hermanos, a sus semejantes, Me lo ha hecho a Mí, el Cristo y en última instancia a sí mismo; pues lo que el hombre siembre, es lo que cosechará. La cosecha corresponde a la siembra respectiva.”
“Reconoced: En la ley eterna no existe la coacción. Dios, el Eterno, ha dado a todos Sus hijos el libre albedrío. Quien se decide libremente, tiene, con la libre decisión, la fuerza para lo que caracteriza el cristianismo auténtico: igualdad, libertad, unidad, fraternidad y justicia. Todas las coacciones vienen de la ley de siembra y cosecha, que también es llamada ley de la Caída. Al hombre le ha sido indicado elegir libremente su camino espiritual. Yo, Cristo, he ofrecido y ofrezco el camino al corazón de Dios, pero no coacciono a nadie a seguirlo. Quien coacciona a su prójimo, vive bajo la coacción de la ley de la Caída.”
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