Madrid, 29 de junio de 2011 | Opinión | Clemente Ferrer (*)
En estos días se ha aprobado un documento, por la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal, en el que se denuncia la “puerta abierta a la eutanasia” en el actual proyecto de ley sobre el final de la vida que está preparando el Gobierno.
Son unos “coladeros” ocultos bajo el texto legal: “Se deja la puerta abierta a ciertas omisiones voluntarias que pueden causar la muerte o que buscan de modo directo su aceleración“. Además, “se señalan algunas conductas eutanásicas a las que se daría cobertura legal, como la posible sedación inadecuada, el abandono terapéutico o la omisión de los cuidados paliativos”.
Este deficiente proyecto de la Ley de Muerte Digna no reconoce el derecho a la objeción de conciencia de los profesionales sanitarios. También se denuncia la filosofía de fondo que “parece sostener implícitamente que una vida humana puede carecer de dignidad tutelable en el momento en que así lo disponga autónomamente la parte interesada e incluso eventualmente un tercero”.
Insisten los obispos en que la vida de cada persona es sagrada y que las leyes garantizar su cuidado. Presentarán también un nuevo modelo de testamento vital, una versión actualizada de otro modelo que ya fue presentado hace algunos años. También afirman que esta ley “no debe ser obedecida” y que se debe procurar “con todos los medios democráticos disponibles, que sea abolida, modificada o bien no aprobada”.
“Las leyes que toleran e incluso regulan las violaciones del derecho a la vida”, continúa el texto, “son injustas”. Esas leyes ponen en cuestión la legitimidad de los poderes públicos que las aprueban”.
La Encíclica “Evangelium vitae” asevera que: “La eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana”.
Algunos creen que la eutanasia es un derecho. Nada más falso de la realidad. Existe el derecho a vivir, pero no a morir ni a matar. La cultura de la muerte es impropia de una sociedad civilizada. En ésta sólo cabe la cultura de la vida.
Por último, puedo afirmar que la eutanasia es una derrota personal de quien la teoriza, la decide y la practica.
(*)Presidente del Instituto Europeo de Marketing
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