Málaga, 4 de julio de 2011| Opinión | Ana Saez Ramirez (*)
La mayoría de las veces los medios de comunicación informan sobre la radioactividad únicamente cuando se produce algún alarmante escape radioactivo. Titulares que suelen olvidarse rápidamente a pesar de que el material radioactivo tiene una vida muy larga. Marie Curie, la investigadora que junto a su marido, descubrió ciertos elementos radioactivos como el Radio y Polonio con los que experimentó durante años, murió por los efectos de la radioactividad, lo que indica que desde hace mucho se sabe que existen efectos tardíos como enfermedades tumorales, leucemia o esterilidad y también efectos inmediatos como nauseas, infecciones, irritaciones o fiebre.
En la Tierra existen muchos elementos químicos naturales, que contienen elementos prácticamente inestables y que al desintegrarse emanan radioactividad, la misma que es en mayor o menor medida perjudicial para la salud. Lo que significa que las sustancias radioactivas en realidad son elementos naturales que se hallan en la Tierra aunque pueden ser perniciosas. Existe una radiación terrestre que proviene del suelo y que es muy diferente según el entorno geográfico donde se encuentre, por ejemplo el gas Radón que es totalmente inodoro y se encuentra en masas rocosas y en el suelo, desde donde puede pasar a la atmosfera a través de grietas y fisuras, de modo que también puede pasar a edificios y viviendas, donde se respira inconscientemente aumentando el riesgo de contraer cáncer de pulmón.
También existe una radiación que viene de arriba, es decir del cosmos y que está formada por partículas radioactivas que normalmente la atmosfera filtra, por ese motivo a nivel del mar, esa clase de radiación es mucho menor que a mayor altura. Sin olvidar los miles de experimentos atómicos realizados por EE.UU., Unión Soviética, Francia, China y Gran Bretaña, donde primaba la hegemonía armamentística y no se reflexionaba apenas sobre las consecuencias que podían producir en la salud de las personas, los animales o la naturaleza.
¿Tiene acaso la humanidad afán de autodestrucción? Parece ser que si. De hecho en todos los tiempos la humanidad ha dado muestras de eso, aunque siempre que las personas se han alejado demasiado de una ética y moral elevada, se ha manifestado el Espíritu de Dios a través de profetas, enviados o personas iluminadas. También en la actualidad Dios habla a través de Gabriele de Würzbug, Su profeta y mensajera para nuestra época, quien a través de cientos de libros y manifestaciones ha advertido de los peligros de nuestra forma de vida, también de la radioactividad. En el libro “Origen y formación de las enfermedades” Dios advirtió de que en el futuro muchas enfermedades surgirían debido a la radioactividad incrementada. Pero a pesar de las muchas advertencias dadas en los últimos 36 años, los experimentos nucleares siguieron realizándose, y la energía nuclear sigue jugando un papel importante en el presente
Con respecto a la energía nuclear podemos decir que en 1954 se creó la primera central nuclear en Rusia y en 1956 en Gran Bretaña y hasta nuestros días existen 210 centrales nucleares que generan 8300 toneladas de basura radioactiva. Por lo tanto a la generación venidera le dejaremos 290.000 toneladas altamente radioactiva sin un cementerio definitivo donde almacenarlas. En 1967 y a 700 Km. de España se sumergieron 130.000 barriles de una radioactividad de 35 Peta Bequerel, que es 10 elevado a 15, una cifra con 15 ceros, es decir, algo inimaginable. En ese caso Gran Bretaña, Suiza y Bélgica fueron los que más material radioactivo sumergieron. Hoy hay estudios que indican que en esa zona hay una gran radioactividad puesto que con el tiempo los barriles se pudren. Algo similar está sucediendo en el Ártico y también en Noruega donde se almacena la basura nuclear al aire libre, siendo este el mayor vertedero nuclear del mundo.
A pesar de ello la energía nuclear en esta época de cambio climático se ensalza como una forma de energía limpia y amiga del medio ambiente, lo que no deja de ser un argumento absurdo, primeramente por la gran cantidad de energía que cuesta obtener uranio, lo que en sí mismo no está exento de peligro. De hecho se trata de una energía muy cara que a fin de cuentas emana más dióxido de carbono que todos los demás contaminantes. ¿No habrá llegado el momento de hacer una seria reflexión y de quizás echar el freno?
(*) Radio Santec
No hay comentarios:
Publicar un comentario