Málaga, 20 de Octubre de 2011 | Opinión | Jorge Hernández Mollar (*)
Cuando se ha estado implicado en la lucha contra el terrorismo, como lo hice desde mis responsabilidades en el Parlamento Europeo, en especial cuando tuve el honor de presidir la Comisión de Libertades Públicas, Justicia e Interior, precisamente, en la legislatura de mayor presión nacional e internacional sobre la banda terrorista ETA.
Cuando se ha experimentado el dolor y la rabia por el asesinato indiscriminado de compañeros de partido, de políticos de otras formaciones, de miembros de las Fuerzas Armadas, de los cuerpos de Seguridad del Estado, de ciudadanos corrientes de cualquier rincón de España.
Cuando la inmensa mayoría de la sociedad española hemos gritado y reclamado en manifestaciones, concentraciones y silencios de denuncia y acusación, la condena y la derrota del terrorismo cruel e insensato y hemos suplicado por la aplicación de la justicia para reparar el inmenso daño que los terroristas han causado a sus víctimas y familiares.
Cuando la democracia, la ley, las instituciones, garantizan la paz, la convivencia, el diálogo como formas civilizadas de entendimiento y establecen las reglas de juego para debatir, consensuar o resolver las controversias y conflictos entre ciudadanos, comunidades, regiones o incluso Estados nacionales o supranacionales.
Cuando nos considerábamos capaces y suficientes para, con los instrumentos que nos proporciona el Estado de derecho, terminar con esta pesadilla; cuando todo esto forma parte ya de nuestro patrimonio histórico más dramático, como la obra del escritor Luigi Pirandello Seis personajes en busca de autor, se introducen en la escena, asumen el lenguaje perverso de la izquierda abertzale, quiebran la unidad nacional en la lucha contra el terrorismo e incluso violentan nuestro poder soberano, como Estado independiente.
Pretenden el cese definitivo de la actividad armada como si de una confrontación se tratara al no mencionar la disolución y la entrega de las armas de la banda criminal. Pretenden también el inicio de conversaciones para tratar exclusivamente las consecuencias del conflicto. ¿Qué consecuencias? ¿Las miles de víctimas de ETA entre asesinados y familiares? ¿Los empresarios extorsionados? ¿Los funcionarios y políticos del Estado tiroteados, secuestrados y vejados? ¿Los ciudadanos de cualquier edad y condición muertos y mutilados por sus armas o bombas criminales? ¿El miedo, el temor y la falta de libertad que han implantado durante décadas en el pueblo vasco y en toda España?
¿Qué quieren decir cuando hablan de compensar y asistir a todas las víctimas? ¿Se puede poner en un mismo plano las víctimas y familiares inocentes y los etarras fallecidos por sus propias bombas o quienes penan sus culpas en las prisiones? ¿Es que acaso estamos ante un conflicto internacional cuando dicen que el diálogo también podría ser asistido por facilitadores internacionales si así fuese decidido por las partes involucradas?
¿Acaso Francia permitiría que nadie se inmiscuyera en sus asuntos internos? ¿este es el precio que hay que pagar por haber consentido en la última etapa del gobierno socialista de Rodríguez Zapatero que los abertzales lograran internacionalizar el conflicto en el propio Parlamento Europeo, estrategia que él mismo evitó cuando estaba en la oposición?
Todos los españoles de buena fe, estamos deseando que esta etapa dura, injusta y cruel de la historia de España termine de una vez. La democracia y el derecho no se han asentado nunca con la violencia, la amenaza y el chantaje de quienes han pretendido subvertir y hacer claudicar sus instituciones. Desde la instauración de nuestra democracia nada ha impedido a los ciudadanos de cualquier rincón de España pronunciarse libremente sobre sus inquietudes y reivindicaciones, incluso la de separarse de ella y reclamar la independencia, sin necesidad de tiros en la nuca, bombas y secuestros.
Estos personajes internacionales, que por cierto cobran y me imagino que no poco por sus servicios de intermediación seguramente de nuestros propios impuestos, no han aportado más que confusión y un paso más para que ni el arrepentimiento, ni la petición de perdón, ni la justicia sean los verdaderos protagonistas de que ETA y sus corifeos, abandonen y entreguen las armas, liquiden sus deudas con la justicia y repongan el daño que han causado. La sociedad española se lo merece y el pueblo vasco también.
(*) Ex parlamentario nacional y europeo PP http://johermol-mediterraneo.blogspot.com/
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