El próximo 15 de noviembre se celebra el Día de la Escucha
2 de cada 3 personas que llaman al Teléfono de la Esperanza sólo piden que “alguien les escuche”
Canarias, 12 de noviembre de 2011 | Solidaridad - Cooperación | ASSOPRESS
Como cada 15 de noviembre, el Teléfono de la Esperanza celebra el Día de la Escucha para sensibilizar a la sociedad sobre los efectos beneficiosos que para todos tiene saber escuchar bien a los demás. En esta ocasión es para nosotros muy especial porque el Teléfono de la Esperanza cumple 40 años a nivel nacional, 15 en Canarias, contribuyendo a la mejora de la salud emocional de las personas, motivo por el que el S. M. el Rey, Juan Carlos I, ha aceptado presidir el Comité de Honor para la celebración de nuestro 40 aniversario. En nuestros 40 años de existencia, los voluntarios y voluntarias del Teléfono de la Esperanza han atendido más de 4 millones de llamadas de personas en situación de crisis emocional (más de 300.000 con temática suicida). Y la primera demanda que realizan aquellos que llaman al Teléfono de la Esperanza es “ser escuchado”. Porque, cuando una persona está sufriendo una crisis emocional, solo con el hecho de desahogarse con alguien que le respeta y no le juzga, experimenta una gran liberación interior. Porque las penas, compartidas, ‘pesan’ menos.
En concreto, el 65% de los/as llamantes dice que necesita que “alguien le escuche”, muy por delante del 17% que pide orientación respecto a un problema o del 7% que solicita entrevista con un psicólogo o un orientador familiar.
La escucha activa es, en sí misma, terapéutica. Escuchar de forma activa requiere prestar atención a nuestro interlocutor, entender el mensaje que nos está transmitiendo y además captar los sentimientos que subyacen a lo que está diciendo y, por último, comprender lo que nuestro interlocutor nos demanda.
De hecho, muchos de los expertos de la salud mental sostienen que la carencia de una escucha profunda y de calidad en la infancia es el principal origen de muchos de los trastornos psicológicos y psiquiátricos que se manifiestan en la edad adulta.
Sin embargo, hoy, en la civilización de la prisa y el estrés, hay cada vez menos personas que sepan escuchar con atención y serenidad. Porque la escucha de calidad requiere de un tiempo. Un tiempo para el otro, para que se exprese con tranquilidad, para que verbalice aquello que realmente siente, sin presionarle para que cuente lo que sea rápidamente, ni aturdirle para que diga lo que queremos que diga. Y también es necesario darse un tiempo a uno mismo para comprender, en toda su dimensión, lo que la otra persona nos está tratando de comunicar.
Saber escuchar bien es, por tanto, una destreza muy necesaria en nuestra sociedad que merece ser enseñada porque produce efectos beneficiosos para el que es escuchado, pero también para aquel que sabe escuchar, porque crece como persona y gana en sabiduría, prudencia y humildad.
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