Palafrugell (Girona), 15 de enero de 2012 / Cartas al Director / José Morales Martín.
Hungría ha estrenado, con el nuevo año, una nueva Constitución que ha suscitado las dudas de Bruselas al tiempo que la izquierda europea se rasga las vestiduras. Lo que más parece molestar, no sólo a la izquierda sino a todo el laicismo europeo y es el causante de las duras críticas, es la decidida defensa de los derechos humanos, el fortalecimiento de la familia tradicional, el reconocimiento del embrión como ser humano, y por tanto, la prohibición del aborto, que se ha propuesto el Gobierno. “Viktadura” la llaman algunos medios afines a corrientes laicistas.
Tal vez también les moleste que en el frontispicio de la nueva Constitución se recoge el orgullo del pueblo húngaro por su contribución, durante siglos, a la defensa de Europa, de su cultura y de sus valores bajo el signo del cristianismo, al tiempo que rinde homenaje a la memoria de San Esteban, el primer soberano que unificó el país a finales del primer milenio. La nueva Constitución supone un desafío a la corriente laicista impulsada por un sector mayoritario de la izquierda europea, con la indiferencia, cuando no se une a la crítica, hay que decirlo, de buena parte de una acomodada derecha liberal.
Lo que más incomoda a los voceros de lo políticamente correcto es que Hungría se salga de la línea cultural de fondo marcada por la revolución del 68. Un país plenamente europeo, que ha sufrido la dictadura comunista, marca ahora un rumbo que incomoda al establishment europeo. Será interesante comprobar el desarrollo de esta historia. Hoy, algunos medios ya arremeten contra ella.
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