Análisis a la semana del accidente del Costa Concordia
Madrid, 20 de enero de 2012 / Turismo /Enrique Sancho (open@opencomunicacion.com)
Un crucero es la forma más segura de viajar. Y, por supuesto, la más agradable. Así lo creen más de 16 millones de personas que en 2011 hicieron un crucero en algunos de los mares o ríos del mundo. Así lo explica el crecimiento de un 6,6% a nivel mundial de esta industria, la única que no parece haber sentido la crisis que afecta a todo el sector turístico.
Actualmente existen cerca de 280 compañías navieras (marítimas y fluviales) que ofrecen casi 30.000 cruceros a unos 2.000 destinos, con un total de plazas disponibles en 2012 de 345.701. En 2010 se botaron doce grandes barcos con una inversión de 5.900 millones de dólares, alguno de ellos de hasta 5.400 pasajeros (Allure of the Seas de Royal Caribbean), en 2011 hubo 15 nuevos barcos y para 2012 se están ultimando otra docena. El impacto económico de este sector se estima en más de 50.000 millones de dólares y, solo en Estados Unidos, se crearon 314.000 puestos de trabajo (en 2009) según datos de The Cruise Lines International Association que engloba a las principales compañías de cruceros del mundo.
Hasta el desastre del Costa Concordia cerca de la isla de Giglio, el peor dato registrado entre estos colosos de los mares en los últimos cinco años corresponde a 2010, con cinco fallecidos en accidentes vinculados a cruceros. Según un informe de la revista especializada en cruceros Cruises News Media Group, con datos de GP Wild, entre 2005 y 2010 los fallecidos en accidentes relacionados con este tipo de turismo han sido 16. En ese tiempo, estas ciudades flotantes han transportado más de 70 millones de pasajeros. Solo como referencia, cada año se producen alrededor de un millón de muertos en carretera en todo el mundo, además de entre 20 y 50 millones de heridos.
Una gran compañía
Costa Crociere S.p.A., que pertenece a Carnival Corporation y es propietaria del Costa Conciordia, es el primer grupo turístico italiano y el principal operador de cruceros en Europa, con un historial de 60 años de actividad. Su flota es la más grande y moderna de Europa y cuenta con un total de 27 barcos en servicio y uno más en proyecto (Costa Fascinosa), con capacidad para 41.000 pasajeros, que ofrecen 250 destinos en los cinco continentes. Ha sido la primera compañía internacional autorizada para operar en China, con salidas regulares desde puertos chinos. Costa Cruceros es una de las pocas navieras que ha conseguido el certificado Best4 otorgado por el organismo italiano RINA. Se trata de un sistema integrado de certificaciones que demuestran el respeto y el cumplimiento de los más altos estándares internacionales en cuanto a: calidad, medio ambiente, responsabilidad social y seguridad. Sí, también seguridad.
Es la primera compañía de cruceros del mundo en recibir la "Green Star" de RINA para toda su flota. Se trata de un importante reconocimiento en materia de respeto al medioambiente, lo que significa que el organismo RINA certifica que los barcos Costa respetan el medioambiente y contribuyen a mantener limpios el aire y el mar allí donde operan.
Más de 10.000 personas de 60 nacionalidades trabajan en esta empresa que cuenta, entre otras cosas, con siete escuelas dedicadas a la formación de su personal. Para formar parte de la compañía hay que pasar un riguroso proceso de selección y según la dinámica del barco, usualmente se accede en posiciones inferiores desde las que se va escalando y acumulando experiencia.
Un accidente excepcional
Hasta aquí los datos, ahora las sensaciones. El accidente del Costa Concordia es una desgracia, especialmente por las víctimas que ha causado, pero, aunque cada muerto es una tragedia, juzgado sin apasionamiento no deja de ser un accidente menor. Un accidente excepcional. Es verdad que reúne todos los ingredientes para que la prensa y el público encuentre en él todo el morbo necesario: Un desvío imprevisto y caprichoso de la ruta, una roca que desgarra a un “monstruo” de 115.000 toneladas, unas fechas en que se celebra el centenario del hundimiento del Titanic, unas fotos espectaculares con el barco varado a unos metros de tierra... Y, sobre todo, un capitán al que culpar de todo: frívolo por ordenar el desvío de la ruta para saludar a unos paisanos, incompetente por no reaccionar con más rapidez, cobarde por abandonar el barco antes de tiempo, mentiroso por dar distintas versiones de lo sucedido... Todo ello, claro, presuntamente.
Pero hay que admitir que en un barco con 4.200 personas a bordo, con un boquete de 70 metros entrando agua a mares, de noche, con retraso en la orden de evacuación, con la mitad de las lanchas salvavidas inutilizadas por la rápida inclinación del barco... que haya, tal vez, una veintena de víctimas es un auténtico milagro. Un milagro que quizás se deba a la acertada decisión del “cobarte” Francesco Schettino de hacer virar la nave y encallarla a pocos metros de la costa, salvando así, como él mismo pregona, miles de vidas...
Todo está por ver y por juzgar, aunque la opinión pública ya haya sentenciado a Schettino y algunos también a Costa Cruceros. Hay que esperar para sacar conclusiones. Pero lo que no sería justo es condenar colectivamente al sector de los cruceros, uno de los más solidos del mundo del turismo, ni dejarse influir por infundadas opiniones sobre su seguridad. Como medida preventiva, en España se han suspendido o retrasado las campañas de “Semana del Crucero” que distintas compañías y agencias tenían en marcha en estos días. Pero seguro volverán dentro de poco, tal vez con mejores precios y más descuentos.
Todo facilidades
Hay que aprovecharlos. Una travesía en barco es el más cómodo y despreocupado medio de conocer otros países, otras formas de vivir. El hecho de recorrer grandes y pequeños mares o surcar ríos admirando ricas culturas, que se fueron originando al calor de sus orillas, es una experiencia tan atractiva como inolvidable. A bordo todo son facilidades. Se trata de unas verdaderas vacaciones a su aire deleitándose con el paisaje o la contemplación del mar, charlando con los amigos y descansando. No hay que angustiarse para encontrar mesa en un restaurante, ni buscar transporte para ir más rápido o llegar a tiempo.
En un crucero hay que olvidarse de hacer maletas después de cada etapa. Los camarotes y el propio barco ofrecen todas las comodidades posibles y numerosas propuestas para disfrutar del tiempo libre practicando deportes, realizando actividades, aprendiendo cosas o compartiendo experiencias. Un crucero da todo hecho. Hay excursiones organizadas desde el propio barco para conocer los distintos lugares en que se hace escala; se ofrecen variedad de opciones gastronómicas, desde el buffet de desayuno a la cena a la carta, pasando por el servicio en el propio camarote; por la noche se ofrecen espectáculos como en los mejores teatros de Broadway o Las Vegas; hay salas de juego y biblioteca, espacios para niños y zonas de spa y belleza...
Pero lo mejor de un crucero es la capacidad de elegir lo que más apetece en cada momento. Es verdad que las tentaciones y actividades son muchas, pero siempre queda la posibilidad de tumbarse al sol con un buen libro en las manos y olvidarse del mundo.
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