Girona,14 de febrero de 2012/ Xus D Madrid/comunicado de prensa.
Estos días hemos podido apreciar que Baltasar Garzón era un juez con muchos seguidores. En España, un ídolo de la progresía. De entre todos los seguidores no he oído a ninguno que hable de la sentencia sobre la violación del derecho a la Defensa, donde Garzón ha sido condenado por grabar conversaciones entre los acusados en la trama Gürtel y sus abogados, no hablan de eso sino del genocidio franquista, que no viene al caso.
Parece que, lo estamos viviendo, el progresismo, el discurso cultural imperante, ha decidido que todo credo, principio, convicción o ideología no es sino una opinión y de ahí pasa, como no puede ser de otra forma, a considerar que las normas no son normas sino sugerencias.
Ahora bien, cuando uno se vacía de Dios, es decir, de principios, recurre al ídolo, a los héroes. Y Garzón es su héroe. Con un “progresista” no puedes debatir porque no atiende a razones sino a prejuicios. El progre exige, además, el mismo entusiasmo juvenil que el mostrado en la defensa de Garzón. No se trata de tener razón sino de tener la razón. El progre no tiene convicciones pero sí prejuicios.
Un estilo de vida, por cierto, calcado de su ídolo. Garzón, un hombre dedicado a juzgar a los demás, considera que quienes le han condenado no pueden haber actuado con rectitud de intención. Y por eso, él, don Baltasar, que ha condenado a tantos, asegura que el juicio estaba “predeterminado”. Así vemos como el juez progre es el único que no cree en la justicia. Lógico.
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