Las Palmas de GC, 3 de mayo de 2012 / Artículo de Opinión / M. A. Moreno
Es
triste, muy triste, pero ya nos hemos acostumbrado a las mentiras de los
políticos, y ya vamos aprendiendo a separar lo que son promesas electorales de
lo que pasa a ser luego la realidad de los gobernantes, que donde dijeron
“digo”, dicen ahora “Diego”. Pero es la democracia, y al menos tenemos la
libertad de elegir a quienes más nos convencen, o a quienes más creemos.
Pero,
¿qué pasa cuando los que afirman una cosa ahora, se desdicen luego y afirman
todo lo contrario son los jueces? ¿Qué ocurre cuando quienes opinan, y
ratifican, lo que tiempo después niegan rotundamente son los encargados por
velar que se cumpla la justicia? Pues es lo que pienso ahora después de
enterarme de la última (¿o mejor penúltima?) sentencia sobre lo que todos
conocemos como “pelotazo del Canódromo”, y pienso que con este sambenito va a
pasar a la historia. No salgo de mi asombro y no me entra, por más que lo
intento, al comprobar que el TSJC, contando incluso con algunos de los mismos miembros, niegue ahora algo que ha
ratificado en cinco sentencias anteriores: que las torres que Realia construyó
en un tiempo récord, sin promoción y sin compradores, son legales. ¿Qué
significa? ¿Quizás mintieron las cinco
sentencias anteriores causando tantos problemas y tantos agravios a la ciudad
y a sus ciudadanos?
Me
leí la sentencia emitida en 2008 y también la que salió hace unos días y tengo
que hacer verdaderos esfuerzos para entender que las dos se refieren al mismo
hecho y hayan sido dictadas por el mismo Tribunal…siendo, al mismo tiempo, tan
contradictorias. Las razones que entonces eran prueba de ilegalidad manifiesta,
ahora se soslayan, salvo en el caso de la magistrada que sigue manteniéndose
coherente y reafirmando la misma postura de las sentencias anteriores, algo que
ha pasado casi desapercibido en la clase política.
Porque
es cierto que algún magistrado (mejor dicho, magistrada) no ha querido formar
parte de esta incoherencia y, para bien o para mal, se ha mantenido sensata en
la misma postura durante todas las sentencias emitidas: sigue habiendo
ilegalidad e indicios claros de desviación de poder. Pero ¿qué pasa con quienes
cambian de opinión como algunos cambian de chaqueta? ¿Tal vez están
reconociendo que mintieron con anterioridad? ¿Puede mentir un magistrado?
Porque está claro que o mienten las
cinco sentencias anteriores o lo hace la última “versión” de los hechos.
Últimamente
hemos oído hablar mucho y pedir (mejor aún, exigir) que los políticos paguen de
su bolsillo los daños causados por hacer un mal uso de su poder, pero ¿qué pasa
con los magistrados? ¿Qué nos puede garantizar que las mismas personas no
conviertan en injusto lo que hoy declaran que es justo, y que lo que ahora
deciden legal, después sentencien ilegal, como por arte de magia? ¿Es posible
que se pueda causar con sentencias contradictorias tanto daño moral y económico
a los que vivimos en una sociedad que
creemos, tal vez pecando de inocencia, protegida por la ley y por quienes han
de impartirla? ¿Quién nos resarce de los errores de jueces que se contradicen sin apenas
parpadear?
Si la empresa de las torres del Canódromo decidiera
pedir una indemnización por los daños causados, ¿a quién debería exigirla: al
ayuntamiento, por iniciar un negocio tan intrincado; a los vecinos, a los que
se les dio la razón en varias sentencias; o quizás a los jueces, que son los
que han generado este lío con un cambio tan drástico de opinión?
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