Girona (Cataluña), 16 de agosto de 2012 / Cartas al Director / Enric Barrull Casals
Ante los grandes sufrimientos que la pobreza material y espiritual provocan en el mundo, el Papa reflexionó sobre el hecho de que, debido al desarrollo de los medios de comunicación, de alguna manera el mundo se ha vuelto más pequeño, por lo que tenemos la capacidad de conocer casi de inmediato los acontecimientos que se desarrollan en el mundo entero, así como las necesidades de los pueblos y de las personas. Y esta capacidad se vuelve al mismo tiempo un apremiante llamamiento que nos debe impulsar a estar más cercanos, en las alegrías y en las dificultades.
Los desplazamientos hacia las ciudades, los conflictos armados, el hambre y las pandemias aumentan de forma dramática la pobreza, que asume también formas nuevas, señaló el Santo Padre, añadiendo luego que la crisis económica mundial está causando cada vez más una difusa precariedad en las familias. Al tiempo que la creación y multiplicación de necesidades lleva a un consumismo sin límites, va creciendo también un sentido de frustración y de soledad, debida a la exclusión, recordó Benedicto XVI, poniendo en guardia contra las asechanzas de estas realidades y dirigiendo una exhortación a los responsables de los estados: “Cuando la miseria coexiste con la gran riqueza, nace una sensación de injusticia que puede ser fuente de revueltas. Por lo tanto, es necesario que los Estados velen para que las leyes sociales no aumenten las desigualdades y permitan que cada persona viva decentemente”.
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