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Manuel Rodríguez Quintero fue más que un fotógrafo, fue un artista
La Palma (Canarias),10 de septiembre de 2012 /Sociedad - Leyendas / Luis León Barreto - ASSOPRESS
Era un día de verano, a finales de los años 50.
Unos niños se bañaban en un estanque, en el valle de Aridane, isla de La Palma. Un hombre, el
fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero, pasaba por allí. Le pidió a los niños que
se fijaran bien en aquella sorprendente imagen que se manifestaba en el
horizonte más allá de las plataneras, ellos fueron los testigos de excepción. La
leyenda se hacía visible: San Borondón, esa isla encantada perseguida durante
siglos, se mostraba ante sus ojos frente a Tazacorte. No podía ser El Hierro,
que queda más al sur, frente a Fuencaliente. Era una isla que aparecía al oeste
de la isla de La Palma.
¿Efecto óptico, espejismo? Las leyendas forman parte esencial de la historia
humana.
La exposición de 80 fotografías de Manuel Rodríguez Quintero en
el MAB, Museo Arqueológico Benahorita, de Los Llanos de Aridane, ha sido
feliz iniciativa de María Victoria Hernández, consejera de Cultura. Aquel joven
de rostro enteco llevaba consigo una carga de artista, a borbotones se
expresaba su energía interior, su bohemia instintiva. Habla por sí sola una
imagen en la que se le ve en su pobre “estudio” en compañía de otros hombres de
su época. Fotos en blanco y negro, pero con tales matices que parecen sinfonías
en color, por ejemplo las vistas de la Caldera. Se trata de
documentos insuperables, y, exhibidos gracias a la generosidad de su familia,
podemos contemplar algunos perfiles de aquella isla rural y pobre de la
emigración, casuchas casi inhabitables, carreteras de tierra, isla de la larga
dictadura, el miedo y los silencios.
Imágenes de un valor histórico innegable. Así la de los niños
que transportaban a sus “señoritos” por el barranco de Las Angustias, y uno de
ellos sigue fumando un orondo puro mientras es transportado. La estrecha y
polvorienta carretera de tierra que solo llegaba hasta Candelaria, núcleo
central de Tijarafe. La belleza edénica de Puntagorda, la expresividad salvaje
de La Caldera. La construcción
del ayuntamiento de Los Llanos, las primeras casetas de Puerto Naos, la
presencia del alcalde Duque cuando empezaba a verse la necesidad de ordenar
aquel entorno. Célebres fueron también sus fotografías del volcán de San Juan
(1949). ¿Qué decir del increíble testimonio de los republicanos huyendo
a La
Caldera , aquellos a los que engañosamente se les denomina Los Alzados?
¿Y el contrapunto del mitin de Falange terminada la guerra, con el arco
triunfal apoyado en la fachada de la iglesia de Los Remedios?
Y, aunque no esté presente, hemos de recordar la célebre imagen
sanborondiana. Nos lo cuenta María Victoria Hernández en www.bienmesabe.org.
Sucedió que una tarde de 1957 o 1958 él deambulaba, con su cámara al hombro,
por Las Martelas de Arriba, cerca de Triana, en Los Llanos. En las
represas-estanques propiedad de Gregorio Camacho Gómez se bañaban unos niños,
entre ellos Arístides Sánchez y Evaristo Pérez Barreto. En un día de horizonte
y cielo limpio de repente una isla se dibujó mar afuera, no era El Hierro, que
estaría más al sur, a la altura de Fuencaliente. Era la isla encantada, no
podía ser otra. Luis Diego Cuscoy daría amplio testimonio en el ABC de Sevilla,
el 10 de agosto de 1958.
Rodríguez Quintero nació en 1897, Santa Cruz de La
Palma , y murió en Los Llanos, 1971. Desde los 15 años trabajó como
fotógrafo “ambulante”, al lado de su padre. Estuvo diez años en Cuba ejerciendo
la profesión. Todo el mundo lo conocía por El Cernícalo, un apelativo que al
parecer viene de sus años mozos, cuando él y otro joven estaban interesados por
la misma chica, y alguien le advirtió que si no se andaba con ojo el otro se la
levantaría “como un cernícalo.”
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