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lunes, 8 de abril de 2013

La Leyenda continúa: Caballeros Templarios, ¿Entre nosotros, hoy?


Imágenes integradas 3

Las leyendas han mantenido vivo el nombre de la Orden del Temple, después de los 700 años de su disolución .

Era la fuerza económica, militar y política más importante de la Europa medieval.

Las Palmas de GC, 8 de abril de 2013 / Leyendas - Historias /José Antonio Cabrera. ASSOPRESS

 Según María Duro, no eran caballeros de reluciente armadura, sino de manto blanco y cruz roja (paté) en el pecho. Los templarios cabalgaron durante casi dos siglos (1119-1312) por Tierra Santa, como los principales defensores de la cristiandad. Pero de nada les valió su fiel servicio a la fe cuando el Rey de Francia, Felipe IV "El Hermoso", determinó su aniquilación. Celoso de su poderío económico y político, orquestó la disolución de la Orden del Temple, con la mayor redada policial jamás conocida en el mundo.

Ya han pasado 700 años, del exterminio de la más importante fuerza económica, militar y política de la Europa medieval, dando lugar a una de las leyendas más fascinantes de nuestra época. Así, el 22 de marzo de 1312 el Papa Clemente V, disolvía la Orden del Temple mediante la Bula "Vox in "Excelso, poniendo fin a un proceso de cinco años, en los que los Caballeros Templarios. fueron desposeídos de sus bienes, humillados, torturados y finalmente ajusticiados, siendo quemados vivos en la hoguera.

"Non nobis Domine, non nobis, sed Nomini Tuo da Gloriam", "No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la Gloria", tomado del Salmo 115 del Antiguo Testamento, rezaba el lema de los Caballeros Templarios, aunque sus actuaciones les granjearon algo más que el reconocimiento del pueblo a su Dios, pues era tal la pasión que despertaron en la cristiandad, que no hubo monarca o noble, que no les donaran algún dinero o propiedades.

Envidiados por su riqueza

La Orden del Temple, amasó un capital de extraordinario valor, que suscitó la envidia de muchos. "El gran problema es que desde la pérdida de las últimas posesiones en Tierra Santa (1291), los templarios fueron criticados por haber acumulado riquezas en Occidente", explica Enrique Rodríguez-Picavea, profesor de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid.

Con la perdida de las últimas posesiones cristianas, la Orden del Temple, ya no tenía razón de ser y comenzaron a verterse las primeras acusaciones contra sus miembros. Este clima de animadversión permitió a Felipe IV, instigar junto a su Canciller Guillermo de Nogaret, una persecución envuelta en acusaciones de herejía, sodomía y desobediencia a la Curia Romana, que culminó el 13 de octubre de 1307, con la detención de 20.000 templarios, entre ellos el Gran Maestre Jacques de Molay, así como la confiscación de todos sus bienes.

Felipe IV había jugado bien sus cartas, pues acabar con la Orden, significaba apoderarse de sus riquezas y liquidar, así las deudas que había contraído con ella la Corona de Francia.

Aunque el móvil del Rey, no fue puramente económico, naturalmente tuvo su importancia. Varios historiadores, particularmente los anglosajones, sostienen que Felipe IV, pudo creerse realmente, las acusaciones contra los templarios.

No contento con el éxito del operativo en territorio francés, el Rey Felipe IV desplegó una gran ofensiva diplomática, para convencer a sus homólogos europeos de que actuasen de forma similar en sus dominios. Sin embargo, el resto de Reinos Cristianos, que no tenían nada en contra de los Templarios, retrasaron las detenciones, pero se vieron obligados a acatar la orden del Papa Clemente V, ("Pastoralis Preeminentiae", del 22 de noviembre de 1307).

Comisiones inquisitoriales

A pesar de las reticencias mostradas por la actuación unilateral del Rey de Francia, el Papa Clemente V terminó por plegarse a los intereses galos, organizando por toda la cristiandad, Comisiones Inquisitoriales contra los Templarios. En los años posteriores se sucedieron los interrogatorios, las "confesiones" bajo tortura y las retractaciones, que serían tomadas en cuenta durante el juicio celebrado en el Concilio de Vienne, que abrió sus puertas el 16 de octubre de 1311 y finalizó en mayo del siguiente año. Allí, el Papa oficializó la desaparición "aunque no su condena" de la Orden del Temple y otorgó sus posesiones a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, quienes a su vez entregaron a Felipe IV una parte sustanciosa del botín.

A los máximos dirigentes del Temple, se les reservó un juicio más severo: el 18 de marzo de 1314, fueron ejecutados en la hoguera. "Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad", exclamó el último Gran Maestre Jacques de Molay entre llamas.

Casualidad o no, la maldición del último Gran Maestre de la Orden del Temple, se cumplió poco después, ese mismo año, fallecieron el Rey Felipe IV "El Hermoso", el Papa Clemente V y el Canciller Guillermo de Nogaret.

 Los orígenes y  fundación de la Orden  del Temple, su existencia, su gran expansión, sus numerosos e impresionantes templos, castillos, monasterios, supuestos tesoros y sobre todo, su inesperada erradicación, dieron lugar a múltiples historias y leyendas, que han mantenido vivo, el Nombre y el Espíritu de los Caballeros Templarios hasta nuestros días.

Por eso, finalmente nos preguntamos: ¿Hay auténticos Caballeros Templarios, entre nosotros, hoy?.

sábado, 6 de abril de 2013

LA LEYENDA CONTINÜA: CABALLEROS TEMPLARIOS, ¿ENTRE NOSOTROS, HOY?

Las leyendas han mantenido vivo el nombre de la Orden del Temple, después de los 700 años de su disolución.

Era la fuerza económica, militar y política más importante de la Europa medieval

Las Palmas de GC (Canarias), 6 de abril de 2013 / Historia - Leyenda / José Antonio Cabrera. ASSOPRESS
 
Según María Duro, no eran caballeros de reluciente armadura, sino de manto blanco y cruz roja en el pecho. Los templarios cabalgaron durante casi dos siglos (1119-1312) por Tierra Santa, como los principales defensores de la cristiandad. Pero de nada les valió su fiel servicio a la fe cuando el Rey de Francia, Felipe IV "El Hermoso", determinó su aniquilación. Celoso de su poderío económico y político, orquestó la disolución de la Orden del Temple, con la mayor redada policial jamás conocida en el mundo.
 

Ya han pasado 700 años, del exterminio de la más importante fuerza económica, militar y política de la Europa medieval, dando lugar a una de las leyendas más fascinantes de nuestra época. Así, el 22 de marzo de 1312 el Papa Clemente V, disolvía la Orden del Temple mediante la Bula ‘Vox in excelso’, poniendo fin a un proceso de cinco años, en los que los Caballeros Templarios. fueron desposeídos de sus bienes, humillados, torturados y finalmente ajusticiados, siendo quemados vivos en la hoguera.
"Non nobis Domine, non nobis, sed Nomini Tuo da Gloriam", «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu Nombre da la Gloria», tomado del Salmo 115 del Antiguo Testamento, rezaba el lema de los Caballeros Templarios, aunque sus actuaciones les granjearon algo más que el reconocimiento del pueblo a su Dios, pues era tal la pasión que despertaron en la cristiandad, que no hubo monarca o noble, que no les donaran algún dinero o propiedades.
 
Envidiados por su riqueza
 
La Orden del Temple, amasó un capital de extraordinario valor, que suscitó la envidia de muchos. «El gran problema es que desde la pérdida de las últimas posesiones en Tierra Santa (1291), los templarios fueron criticados por haber acumulado riquezas en Occidente», explica Enrique Rodríguez-Picavea, profesor de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Madrid.
 
Con la perdida de las últimas posesiones cristianas, la Orden del Temple, ya no tenía razón de ser y comenzaron a verterse las primeras acusaciones contra sus miembros. Este clima de animadversión permitió a Felipe IV, instigar junto a su Canciller Guillermo de Nogaret, una persecución envuelta en acusaciones de herejía, sodomía y desobediencia a la Curia Romana, que culminó el 13 de octubre de 1307, con la detención de 20.000 templarios, entre ellos el Gran Maestre Jacques de Molay, así como la confiscación de todos sus bienes.
 
Felipe IV había jugado bien sus cartas, pues acabar con la Orden, significaba apoderarse de sus riquezas y liquidar, así las deudas que había contraído con ella la Corona de Francia.
 
Aunque el móvil del Rey, no fue puramente económico, naturalmente tuvo su importancia. Varios historiadores, particularmente los anglosajones, sostienen que Felipe IV, pudo creerse realmente, las acusaciones contra los templarios».
 
No contento con el éxito del operativo en territorio francés, el Rey Felipe IV desplegó una gran ofensiva diplomática, para convencer a sus homólogos europeos de que actuasen de forma similar en sus dominios. Sin embargo, el resto de Reinos Cristianos, que no tenían nada en contra de los templarios, retrasaron las detenciones, pero se vieron obligados a acatar la orden del Papa Clemente V, (‘Pastoralis Preeminentiae’,del 22 de noviembre de 1307).
 
Comisiones inquisitoriales
 
A pesar de las reticencias mostradas por la actuación unilateral del Rey de Francia, el Papa Clemente V terminó por plegarse a los intereses galos, organizando por toda la cristiandad, Comisiones Inquisitoriales contra los templarios. En los años posteriores se sucedieron los interrogatorios, las "confesiones" bajo tortura y las retractaciones, que serían tomadas en cuenta durante el juicio celebrado en el Concilio de Vienne, que abrió sus puertas el 16 de octubre de 1311 y finalizó en mayo del siguiente año. Allí, el Papa oficializó la desaparición –aunque no su condena– de la Orden del Temple y otorgó sus posesiones a los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, quienes a su vez entregaron a Felipe IV una parte sustanciosa del botín.
 
A los máximos dirigentes del Temple, se les reservó un juicio más severo: el 18 de marzo de 1314, fueron ejecutados en la hoguera. «Dios conoce que se nos ha traído al umbral de la muerte con gran injusticia. No tardará en venir una inmensa calamidad para aquellos que nos han condenado sin respetar la auténtica justicia. Dios se encargará de tomar represalias por nuestra muerte. Yo pereceré con esta seguridad», exclamó el último Gran Maestre Jacques de Molay entre llamas. 
Casualidad o no, la maldición del último Gran Maestre de la Orden del Temple, se cumplió poco después, ese mismo año, fallecieron el Rey Felipe IV "El Hermoso", el Papa Clemente V y el Canciller Guillermo de Nogaret.
 
Los orígenes y  fundación de la Orden  del Temple, su existencia, su gran expansión, sus numerosos e impresionantes templos, castillos, monasterios  y sobre todo, su inesperada erradicación, dieron lugar a múltiples historias y leyendas, que han mantenido vivo, el Nombre y el Espíritu de los Caballeros Templarios hasta nuestros días.

Por eso, finalmente nos preguntamos: ¿Hay auténticos Caballeros Templarios, entre nosotros, hoy?.

martes, 11 de septiembre de 2012

EL HOMBRE QUE FOTOGRAFIÓ LA ISLA DE SAN BORONDÓN

Blogdeleonbarreto.blogspot.com

Manuel Rodríguez Quintero fue más que un fotógrafo, fue un artista

La Palma (Canarias),10 de septiembre de 2012 /Sociedad -  Leyendas / Luis León Barreto - ASSOPRESS

Era un día de verano, a finales de los años 50. Unos niños se bañaban en un estanque, en el valle de Aridane, isla de La Palma. Un hombre, el fotógrafo Manuel Rodríguez Quintero, pasaba por allí. Le pidió a los niños que se fijaran bien en aquella sorprendente imagen que se manifestaba en el horizonte más allá de las plataneras, ellos fueron los testigos de excepción. La leyenda se hacía visible: San Borondón, esa isla encantada perseguida durante siglos, se mostraba ante sus ojos frente a Tazacorte. No podía ser El Hierro, que queda más al sur, frente a Fuencaliente. Era una isla que aparecía al oeste de la isla de La Palma. ¿Efecto óptico, espejismo? Las leyendas forman parte esencial de la historia humana.

La exposición de 80 fotografías de Manuel Rodríguez Quintero en el MAB, Museo Arqueológico Benahorita, de Los Llanos de Aridane, ha sido feliz iniciativa de María Victoria Hernández, consejera de Cultura. Aquel joven de rostro enteco llevaba consigo una carga de artista, a borbotones se expresaba su energía interior, su bohemia instintiva. Habla por sí sola una imagen en la que se le ve en su pobre “estudio” en compañía de otros hombres de su época. Fotos en blanco y negro, pero con tales matices que parecen sinfonías en color, por ejemplo las vistas de la Caldera. Se trata de documentos insuperables, y, exhibidos gracias a la generosidad de su familia, podemos contemplar algunos perfiles de aquella isla rural y pobre de la emigración, casuchas casi inhabitables, carreteras de tierra, isla de la larga dictadura, el miedo y los silencios.

Imágenes de un valor histórico innegable. Así la de los niños que transportaban a sus “señoritos” por el barranco de Las Angustias, y uno de ellos sigue fumando un orondo puro mientras es transportado. La estrecha y polvorienta carretera de tierra que solo llegaba hasta Candelaria, núcleo central de Tijarafe. La belleza edénica de Puntagorda, la expresividad salvaje de La Caldera. La construcción del ayuntamiento de Los Llanos, las primeras casetas de Puerto Naos, la presencia del alcalde Duque cuando empezaba a verse la necesidad de ordenar aquel entorno. Célebres fueron también sus fotografías del volcán de San Juan (1949). ¿Qué decir del increíble testimonio de los republicanos huyendo a La Caldera, aquellos a los que engañosamente se les denomina Los Alzados? ¿Y el contrapunto del mitin de Falange terminada la guerra, con el arco triunfal apoyado en la fachada de la iglesia de Los Remedios?

Y, aunque no esté presente, hemos de recordar la célebre imagen sanborondiana. Nos lo cuenta María Victoria Hernández en www.bienmesabe.org. Sucedió que una tarde de 1957 o 1958 él deambulaba, con su cámara al hombro, por Las Martelas de Arriba, cerca de Triana, en Los Llanos. En las represas-estanques propiedad de Gregorio Camacho Gómez se bañaban unos niños, entre ellos Arístides Sánchez y Evaristo Pérez Barreto. En un día de horizonte y cielo limpio de repente una isla se dibujó mar afuera, no era El Hierro, que estaría más al sur, a la altura de Fuencaliente. Era la isla encantada, no podía ser otra. Luis Diego Cuscoy daría amplio testimonio en el ABC de Sevilla, el 10 de agosto de 1958.

Rodríguez Quintero nació en 1897, Santa Cruz de La Palma, y murió en Los Llanos, 1971. Desde los 15 años trabajó como fotógrafo “ambulante”, al lado de su padre. Estuvo diez años en Cuba ejerciendo la profesión. Todo el mundo lo conocía por El Cernícalo, un apelativo que al parecer viene de sus años mozos, cuando él y otro joven estaban interesados por la misma chica, y alguien le advirtió que si no se andaba con ojo el otro se la levantaría “como un cernícalo.”