Teror (Gran Canaria), 1 de Septiembre de 2012 / Pregón de la Virgen del Pino / Gabinete de Prensa.
Autor: José Alonso Morales
Septiembre
amanece mañana y Gran Canaria se viste de mil colores para su fiesta principal.
Me han concedido el honor de ser el pregonero
de la fiesta grande de nuestra
Isla. Me alegra este encargo y me siento responsable ante todos Vds. Me siento
como aquel pregonero del que habla Isaías:
“Qué hermosos son, sobre los
montes, los pies del mensajero que
anuncia la fiesta de paz que trae la buena noticia y proclama la salvación.”
El pueblo de Israel,
al conjuro del toque del yobel, el cuerno dorado que resonaba por las montañas,
en los campamentos del desierto y en los
pueblos perdidos de la tierra prometida, se ponía en pie de fiesta y se dispersaban
los mensajeros por los caminos y precipicios para dar el anuncio que trastocaba
el ritmo de la vida. Eso es un pregón, un anuncio, una proclama del inicio de
algo trascendental en la historia de un pueblo.
Yo me siento
esta noche como uno de esos mensajeros que llevan entre sus labios los sonidos
del mensaje y me veo descendiendo por las montañas del pueblo de Teror, desde La Cruz de la
Hoya Alta convertida en guía de los peregrinos, por Zamora, Madrelagua y Las Rosadas con el sonido
multiplicado en los ecos de los barrancos y vaguadas para dar la voz de que la fiesta
ha comenzado.
Según voy bajando
por las laderas se va encendiendo el pueblo, se echan al vuelo las campanas, se
clavan los cohetes en el cielo, los tenderetes multicolores se vitalizan a la
luz de los faroles y se ofrece pan, queso, los chorizos y los dulces de las
monjas.
De repente, se
abren de par en par las puertas de la Iglesia y
“la
Virgen ya va saliendo”.
Allá por todos los pueblos de la isla se sacan de los armarios y se
planchan en familia, los trajes típicos
de la romería, y nuestro pueblo, engalanado, recibe a los canarios que vienen
como ríos por todos los caminos que en
estos días sólo conducen a Teror.
Al acercarme
con mi anuncio por medio de los ventorrillos, cajas de turrones o tenderetes de
venta, ante la iglesia en ascuas, en medio de la noche, disparo desde este
lugar, el cornetín del inicio y comienza la fiesta. Vivan nuestras fiestas del
Pino:
Viva
la fiesta mayor
De
Gran Canaria (bis)
Viva
la fiesta mayor
La
fiesta de Teror
Con la fiesta
del Pino entramos en una de las experiencias más profundas que se dan en el ser
humano.
La fiesta está amasada en la historia de
los pueblos y colectivos. En ella se expresa lo más característico de la existencia
humana. Decía Nietzsche “no
creeré en un dios que no haga fiesta y que no baile” No se trata de un desorden
jocoso, lleno de voces y gritos al son de timples y guitarras, es algo que expresa
lo más íntimo de los seres humanos donde se ponen de relieve las claves que enmarcan
nuestro ser en el mundo.
La gran
revolución de la fiesta es telón de fondo que oculta el tejido de la vida cotidiana. Es un cambio total de decorado. Es la entrada
en otro ritmo de tiempo.
Vivimos
aprisionados en el tiempo de los relojes y enredados en los alambres de los
horarios, de la eficacia del trabajo, del descanso monótono de cada semana, en
el correr de los horóscopos y en el ritmo de la salida del sol y la luna. Ahí
nuestra existencia está constreñida y de ella nos cuesta salir. El tiempo nos
come como cronos se comía a sus propios hijos en el mito griego. Nos sentimos
masticados y deglutidos en su la
garganta. En nuestro mundo actual donde la casa se convierte en pensión para
dormir, donde el móvil, el whatsap o el twiter nos tienen en tensión permanente,
nos situamos en el desgarrón de la
necesidad del descanso y la tendencia de liberarnos del tiempo. Por eso se
multiplican mil experiencias donde nuestra propia existencia hace el esfuerzo
por desatarse de esa esclavitud: el descanso, las vacaciones, el sueño, la
somnolencia, la imaginación que vuela más allá de lo cotidiano. La fiesta nos
hace presentes todos esos hilos donde se teje la urdimbre de la libertad frente
al tiempo de los relojes. En ella le hacemos la coartada que nos hace más
humanos y nos coloca en otra dimensión. La fiesta es un universal cultural que descubrimos
en el centro de todas las culturas y nos sitúa en otras perspectivas frente al tiempo que esclaviza.
En la fiesta
no hay tiempo, los horarios se paralizan y los cronómetros no tienen poder
sobre nosotros. Nos construimos nuestro propio ritmo, no nos sometemos a la
planificación de la eficacia. Nos acostamos tarde, nos levantamos a la hora que
queramos, se pasa por encima del timbre del despertador, se eternizan las
parrandas en torno a cuatro copas con
papas arrugadas y queso tierno, se alarga indefinidamente la sobremesa, se cuentan historias de otras épocas
mientras se saborean los postres tradicionales hechos por la madre o la abuela…
En la calle la romería interminable parece corta y el reloj de la iglesia
paralizado. Es como si se helara el tiempo y quedáramos todos en una burbuja en
un eterno instante y entráramos en un espacio
infinito. La fiesta es el tiempo a fondo perdido.
Cuando
quedamos sin ataduras, flotando en este éxtasis de libertad, aparece como
primer imperativo la relación humana.
Vuelven
todos los que están fuera, se encuentran los amigos, la familia y en el
hogar de siempre se enciende el fuego de nuevo. Las casas se llenan, se
ocupan todas las camas y la mesa está repleta. Llaman los que están fuera, y
desde lejos se asoman por todas las
ventanas sea la televisión o cualquier medio y tenemos sobre nosotros miles de
ojos de nuestra propia sangre. Es una experiencia comunitaria. El festejo sólo
prende en el conjunto de leños para arder juntos y hacer hogar, calor,
intimidad. Parte esencial de la fiesta es la comunidad, no se divierte uno sólo
con un juego solitario. En este ambiente, las relaciones se enternecen, se
hacen cercanas y se recuperan lazos
rotos.
El camino de
Teror se convierte en un entrecruzado de relaciones: los cantos de las
parrandas unidas para la ocasión, los pequeños bailes por el recorrido de la
carretera son nidos de ternura al ritmo de la melodía.
“Dile
a mi amante que venga
“pa´dir”
a verte comigo
y el
diga que me quiere
y tu
sirvas de testigo.”
La iglesia aglutina una masa que entra y sale,
que se va renovando por momentos pero
deja de ser masa porque todos viven una experiencia íntima y personalizada
entre salves y rosarios.
En este hunmus
ambiental germinan los sueños, experiencia fundamental y característica del ser
humano. Nos ilusiona la vida, el futuro, los proyectos toman colorido, las
aspiraciones tienen rostro y nombre. Es característico del ser humano, decía
Bloch, soñar despierto: imaginarse más allá de lo presente para no repetir el círculo
de lo idéntico, de lo que ya se vivió. El ser humano está colocado frente a lo
que está por hacer. Está siempre en camino de utopía. El ser soñador capacita
al hombre para poder romper los esquemas que se imponen desde el poder y desde
los intereses externos a sus propias decisiones. Por eso el ser soñador es
peligroso para una sociedad empantanada en sistemas ya decadentes, es un riesgo
para el mismo soñador porque le puede llegar la sentencia de muerte. Se cuenta
en el libro del Génesis cómo reaccionaron los once hijos de Jacob ante los
sueños de su hermano José el tipo modelo del soñador:
“Ahí
viene el soñador, decían, vamos a matarlo. Lo echaremos en cualquiera
de estas cisternas y luego diremos que una fiera salvaje lo devoró. A ver en
qué paran sus sueños” (Gn. 37,20)
Esta sigue siendo la conducta de nuestras culturas.
Se matan a los soñadores de muchos modos y con muchos instrumentos para lo que
no hace falta la cisterna ni el cuchillo.
Yo invito a no
tener miedo y ser soñadores en nuestro mundo que se nos presenta cerrado a
grandes posibilidades y donde el velo del desencanto oculta el futuro. Hay que
ser soñadores y romper el tiempo monótono de la aparente eficacia.
Un
pueblo que hace fiesta es un pueblo que tiene sueños y que hace futuro. Teror
en fiesta se convierte en hervidero de sueños, Gran Canaria en fiesta se
reviste de utopía, nosotros en fiesta imaginamos un horizonte distinto.
En esta fiesta
que iniciamos esta noche, yo les invito
a todos a soñar, imaginar, romper esquemas preestablecidos de propuestas
gastadas, de proyectos alienantes y repetidos indefinidamente. Sueños e
ilusiones personales, sueños de familia, sueños de colectivos y pueblos, sueños
para nuestro mundo.
Yo
quiero esta noche en el inicio de nuestra fiesta, hablarles de tres sueños que se asientan en nuestro presente
pero que tenemos que ir construyendo entre todos nosotros habitantes de Canarias. Y como todo sueño se
construye con imágenes y relatos, entramos en el mundo y lenguaje simbólico:
El primer símbolo
que quiero presentar es el pino. El pino que para nosotros se hace sacramento
luminoso porque entre sus ramas se escondió nuestra Virgen. El pino canario distinto
a otros pinos, no tiene otro igual. Arraigado en un terreno determinado donde
se agarran sus raíces centenarias, se sostiene sobre un tronco fuerte como el
bronce y metido en el estuche de sus cortezas de años. Ese es nuestro pino que
nos invita al sueño de nuestra identidad, de nuestra cultura, de nuestra
tradición. No podemos renunciar a las raíces que nos sostienen desde las
convicciones, los valores y las creencias que se alimentan desde nuestra propia historia
y desde los labios de padres y abuelos a
cada generación que nace.
Pero
el pino no termina en las raíces ni en la corteza del tronco. En la altura se
abren sus ramas, únicas en su especie que se va multiplicando en la medida que
crece y se alonga para alcanzar los paisajes que le acompañan. Se pone de
puntillas para divisar el mar y el
horizonte lejano. Se coloca a la altura de otros árboles que le acompañan en el
paisaje, unos de la misma tierra y otros venidos de otros lugares. Abre sus
ramas al aire variado de los tiempos, al agua que cae desde el cielo, y acoge a
los pájaros y aves que allí descansan, reposan o hacen sus nidos. Es una
evocación de la acogida para todo el que llega, de albergar al que toca en la
puerta, de crear una sociedad plural y multicolor, donde crezca un proceso de
enriquecimiento permanente, donde no se pierda la propia identidad de los
troncos y las raíces ni la apertura al exterior para tejer la trapera de la interculturalidad.
La historia nos ha colocado para soñarnos como pueblo y cultura en diálogo que
sale y vuelve que se enriquece y comparte. El mestizaje es una de nuestras
notas de siempre. El pino canario, el Pino de Teror se hace símbolo y recuerdo
de cómo soñar el ser canario en esta doble dimensión de la propia identidad
secular y la integración con otras nuevas culturas. La Virgen del Pino asomada
desde lo alto de su árbol bendito es la plasmación de nuestro sueño.
Este es el
primer sueño al que invito en esta fiesta: La construcción de nuestra propia
identidad sin perder lo nuestro pero acogiendo lo que viene con todas sus
dimensiones para construir un pueblo no como Babel sino como la humanidad
reconciliada
Es uno de los
grandes retos que en este momento tienen planteado nuestras islas. Ser capaces
de tejer las diferentes culturas sin perder los hilos propios pero dándole el
lugar a cada una de las piezas y colores.
Para esto es necesario conocernos nosotros en profundidad y no sólo en
las expresiones folklóricas y conocer a los otros colectivos para montar puentes
de diálogo constructivo más allá de intereses espúreos o imposiciones
hegemónicas.
Les invito a
otro sueño que nos evoca el relato de la
aparición de la Virgen.
Una fuente de agua cristalina brotó largo tiempo del tronco
del Pino con propiedades de sanación.
Cuentan los relatos que mucha gente
venía de todos los lugares de la isla a beber de esta agua milagrosa, a
llevarla a sus hogares para sanar enfermedades,
y también para recuperar el ánimo, la alegría y la luz de muchas situaciones
tanto personales como colectivas.
El pino de Teror
con la fuente nacida de sus raíces se convirtió en el lugar donde nacieron
aguas compasivas que supieron durante largo tiempo acariciar y sanar las
dolencias. En torno a la fuente se apiñaron enfermos y aquejados de mil dolores
y por los caminos venían grupos en bestias y carretas camino del agua milagrosa.
El gran sueño
de nuestra sociedad será el sueño de una sociedad compasiva. Se ha dicho que el
siglo XXI será compasivo o se quedara vacío de sentido.
El panorama de
pobreza que nos rodea, el cúmulo de carencias que se multiplican y sitúan a los
pueblos al borde de lo indispensable es un grito para reblandecer el corazón.
Nos vemos situados ante desiertos y lugares
donde mueren miles de niños
panzudos por la necesidad de la comida. Se ha alejado de nosotros
progresivamente lo que llamábamos estado de bienestar y la austeridad se impone
en nuestras sociedades. Ha aparecido una especie de nueva clase: los pobres
vergonzantes los que hasta ahora tenían todo lo indispensable, los que estaban
integrados en una sociedad de bienestar cómodamente y ahora se ven obligados a
casi mendigar entre amigos, disimular la situación, vender posesiones e incluso
acudir a comedores de acogida.
Hay que salir
fuera de los caminos construidos hasta ahora en nuestras sociedades y salir a
los márgenes y las cunetas que se van llenando de hermanos dolientes de todo
tipo y de todas las procedencias. Ahí hay que repartir el agua de nuestra
compasión como continuación de aquel manantial que repartió sus beneficios por
toda canarias. Se trata de garantizar una compasión activa y revolucionaria que
nos comprometa a dar el vuelco a las estructuras de una sociedad que se ha dividido,
como en la parábola del samaritano, entre ladrones y apaleados. Convertir a
nuestros grupos y colectivos en vigías de las pobrezas del siglo XXI con un compromiso activo en la construcción
de un pueblo canario samaritano que se funde con aquel sueño del profeta Isaías:
“Se
despegaran los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un
ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará porque han brotado aguas en el desierto,
torrentes en la estepa, el páramo será un lago y un manantial.
Es esa otra utopía
que soñamos junto a la fuente milagrosa de Teror.
Un tercer
sueño es el que engarza a los dos anteriores, y los hace posible como un anillo
luminoso. Cuanta la historia popular que desde el pino donde se apareció la
imagen de la Virgen
salían rayos de luz que iluminaban todo el valle de Aterure y a los habitantes
de la zona. Gracias a estos chorros luminosos los campesinos y pastores se
fueron orientando hasta el misterio que les envolvió. Así se genera otro sueño en esta noche de inicio de las
fiestas. El sueño de una sociedad iluminada por un proyecto completamente
nuevo. Dentro de los parámetros de la
crisis que estamos sufriendo a niveles mundiales, en los debates, análisis y proyectos se ofrecen
alternativas que intentan repetir de alguna manera lo que hasta este momento se
ha hecho. Propuestas abocadas al fracaso de unos sistemas económicos y
políticos que en este momento agonizan dando los últimos coletazos. Las urgencias con las que se intenta vendar
la armazón férrea que ha dominado a la humanidad, son parches, recortes,
impuestos y finanzas que cargan sobre la gran mayoría para que una minoría
pueda soportar la situación, a la espera
de volver a la abundancia anterior. Es el eterno retorno de lo mismo. Volvemos
y nos enredamos en los mismos esquemas que nos han llevado al abismo donde
estamos y nos empeñamos en permanecer en el fondo de unos proyectos de sociedad
que agonizan. Soñemos una sociedad distinta, no clonada sino nacida desde
nuevas células y raíces. Hemos de demostrarle al pensador americano Fukuyama
que la historia no ha terminado y que la humanidad tiene tal riqueza de utopías
que podrá ofrecer realidades completamente nuevas. Nuestro sueño es
evocación de aquel texto del Apocalipsis:
“Ví
un cielo nuevo y una tierra nueva porque el primer cielo y la primera tierra
habían desaparecido. Y el mar ya no existía.(El mar: la ambición, la
usura, la competencia, la corrupción, ya no existían…).
Ya no
habrá muerte ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha desaparecido”
Esa luz que se
desprende de nuestro pino canario nos ayuda a analizar la realidad con
clarividencia, descubrir
potencialidades no descubiertas, diseñar proyectos y utopías no estrenados y a marcar medios y caminos para avanzar por
los objetivos emprendidos. Así será posible la sociedad acogedora a todos los
seres humanos, vengan de donde vengan, que se nos representó en el primer
sueño. Se construirá una fraternidad compasiva con los doloridos de la tierra
que se nos hizo presente en el segundo sueño
Estos son los tres
sueños a los que invito en esta fiesta
que comenzamos. Tres sueños que se engarzan en los símbolos que nos ofrece el
acontecimiento de la aparición de Nuestra Sra. del Pino en el valle de Teror. Tres
sueños que nacen a partir de la realidad que en pleno siglo XXI nos rodea y nos
sitúa de una manera determinada.
Aún guardo en
mi memoria la primera vez que vine a la fiesta del Pino bajando desde la cumbre
de Artenara y recién llegado de la isla de Tenerife.
Salimos desde
Artenara con el cielo estrellado a la media noche del siete de septiembre. Dejamos el camión de Antonio
Chirino cerca de la fábrica del Nik en Los Llanos mientras sobre nosotros se
abrían las palmeras de luz de los fuegos de los hermanos Dávila, se elevaban
las coronillas chorreando lágrimas luminosas
en la oscuridad y una nube de humo envolvía al pueblo en un hálito
misterioso. Cuando entrábamos en la plaza nos perfumaba el olor de los
ventorrillos. Yo, de mano de mis padres, iba sorteando los cuerpos envueltos en
las mantas por las esquinas de las aceras. Eran cientos de peregrinos que
rendidos del camino, esperaban que las
puertas de la iglesia se abrieran para la misa del alba. Después de callejear,
comprar turrones y seguir las parrandas improvisadas, entramos a la iglesia que
abría a las cinco de la mañana. La
Virgen estaba en ascuas y destellos y el murmullo de rosarios
y jaculatorias era la música de fondo de la celebración de la misa en latín. En
mis ojos de niño se plasmó esa imagen para siempre. Se cumplían las promesas y
limosnas. Mucha gente entraba arrastrando las rodillas por la nave central
chorreteada de cera de las velas y libre
para esta práctica.
Con la
nostalgia de la vuelta subimos la cuesta hacia el camión
El sol rompía allá por el horizonte de la Isleta difuminada, íbamos
escalando las cumbres, mientras los mayores apuraban sus últimos bocadillos de
chorizos y los niños saboreábamos los churros entre los dedos aceitosos.
Esta fue la
primera fiesta del Pino que tengo registrada en mi memoria. Fue una fiesta de
visita, de cumplimiento de promesas, casi de pura curiosidad, pero en ella ya
estaban presentes los símbolos de los
tres sueños que he descrito esta noche: el pino, el agua, la luz que por
otra parte oiríamos cada noche en la novena pegados a la radio desde nuestros pueblos.
“Nuestros
padres nos han dicho que guiados para una luz maravillosa la encontraron en la
eminencia de un pino que una lápida muy tersa le servía de peana y del tronco
del aquel árbol nacía un fuente aguas medicinales.”
Amigos/as y compañeros/as de sueños:
Cuando la
fiesta se vaya apagando lentamente, allá a la mitad de Septiembre, cuando volvamos
a nuestras casas por las vueltas de la carretera o los caminos reales, cuando
lleguemos a nuestros pueblos con el cansancio de estar entre la multitud, el
corazón lleno de sonidos, con los niños en brazos que llevan el juguete de
recuerdo y las carretas vuelvan vacías, con las flores marchitas a sus lugares
de origen. Cuando el pueblo de Teror comience a recogerse enriquecido por los
recuerdos y los sentimientos a flor de piel, guardemos en lo más profundo de
nuestro ser el germen de estos tres sueños nacidos a los pies de la Señora.
Termino mi
cometido, concluyo mi misión y mi voz se apaga para dar voz a todo el pueblo
que se echa a la calle. Antes de ascender por las montañas, escalando los caminos y veredas por donde
vine, ante la Virgen
del Pino coloco como primer regalo de la ofrenda de este año mi yohel de
anuncio, mi corneta dorada del pregón de la fiesta y este manojo de papeles y
palabras. Con ellos ofrezco también la custodia de los tres sueños que hemos
imaginado juntos esta noche y comienzo mi partida con el deseo de permanecer y
quedar.
Ay Virgen del Pino
Adiós no te digo
Que
si yo pudiera
Quedara
contigo.
Ay
Virgen del Pino
No
te digo adiós
Que si yo pudiera
Quedara
con vos.
Y no
me importara
¡Bendito
sea Dios!
Pasarme
la vida entera,
Caminito
de Teror.
¡Felices fiestas del Pino 2012!
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