Madrid (España), 11 de septiembre de 2012 / Cartas al Director / Nieves Jiménez
Sr. Director:
Hace unos días, uno de mis hijos me dejó en casa a sus hijos de siete y cinco años, ellos iban a un funeral y como la Iglesia estaba cerca de casa se vinieron con la abuela un rato.
Cuando vienen mis nietos me encanta hablar con ellos, medio jugando, medio en serio les hago preguntas que me interesa saber que piensan, a ellos también les encanta contarme todo lo que han hecho últimamente, en fin lo normal de una abuela con sus nietos. Y, de repente la niña me dice: “abuela papá y mamá han ido a la misa de alguien que se ha muerto, pero no me he enterado bien ¿quién es?”, y como yo sabía quién era pues le dije es la abuela de Marta y Javier. ¡Ah! contesta rápidamente, “esos son los niños de Pepe y Ana, los que han roto” yo, que ya lo sabía, pero me hago la tonta y digo: ¿Que han roto? ¿Qué se les ha roto? Interviene el niño de cinco años, “¡abuela que se han separado!” ¿No me digas? ¿Y que pasa ahora? Les pregunto; todo esto porque quería ver la reacción de unos niños ante la separación de unos padres.
Me dicen los dos al mismo tiempo: “abuela están muy tristes, porqué mira, ahora están un tiempo con su madre y otro con su padre y no están todos juntos como antes”, interviene ahora mi nieto, el de cinco añitos: “abuela, tengo otro amigo de clase que también sus padres se separaron y otro hermano que también está en mi cole pero en otra clase yo lo veía en el recreo y se le notaba en la cara no se reía como antes”.
Yo iba dejando que ellos hablaran y opinaran, ahora interviene la niña y me dice “abuela papá y mamá alguna vez discuten pero se piden perdón, además como nosotros no tenemos dos casas nuestros padres no se pueden separar ¿verdad abuela?” Y, añade: “además yo digo, ¡para eso mejor que no se casen y así no estarían los niños sufriendo! ¿verdad abuela? ¿A que papá y mamá no se van a separar?” No hija, no, le dije, porque estaba preocupada de pensar que ella se pueda ver con en el mismo trauma que sus amigos.
Montones de niños traumatizados y deprimidos por el divorcio de sus padres tenemos hoy en nuestra sociedad, a mis nietos de 7 y 5 años no les ha faltado tiempo para detectarlo, mientras que muchos alardean de progresismo.
El divorcio es una tragedia: muchos niños y adolescentes se sienten inseguros, tristes, solos, vacíos y arrastran un corazón desconfiado de difícil curación y muy probablemente esos niños serán candidatos a ser, a su vez en el futuro, otros padres divorciados. ¡Ya lo estamos viendo! No hay que esperar más.
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