Barcelona (Cataluña), 8 de octubre de 2012 / Cartas al Director / Dolores Bravo.
Cuando el psicoterapeuta y ex gay Richard Cohen decidió publicar: “Comprender y sanar la homosexualidad”, recibió el aplauso de los heterosexuales, mientras que el mundo gay lo acusó de homófobo y luchó para retirar su obra de las librerías.
Cuando la asociación CORE Ministries, dedicada a ayudar a quienes quieren dejar de sentir atracción por personas de su mismo sexo, lanzó una campaña publicitaria en los autobuses de Londres con el lema: "¡No gay! Ex-gay, post-gay y orgulloso. ¡Acéptalo!", el mismísimo alcalde conservador, Boris Johnson, fue presionado a retirar la publicidad inmediatamente. A pesar de que CORE va a llevar al alcalde a los tribunales, esto da cuenta de la censura titánica que se ejerce, no ya contra los que definen la homosexualidad como una disociación entre la identidad sexual y personal del individuo, sino a quienes deciden libremente abandonar una orientación sexual que les hace infelices.
Existe una fuerte imposición de la homosexualidad que comienza en las escuelas y se magnifica en los medios informativos, naturalizada forzadamente, conduciendo a los jóvenes más vulnerables, que no han conseguido ese ensamblaje entre las identidades de género, afectiva, personal y de comportamiento sexual, hacia una sexualidad insana, como demuestra una mayor tendencia a la bulimia, el alcoholismo, drogadicción, depresión, suicidio o personalidad antisocial que presentan comparándola con la población heterosexual.
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