Santa Cruz de Tenerife (Canarias), 28 de abril de 2013 / Artículo de Opinión /
Alfonso J. López Torres (*)
“Hace mucho tiempo que se acabó, pero es que hay cosas que nunca se olvidan por mucho tiempo que pase. 1582, el Sol no se ponía en nuestro imperio, me gusta mucho esta frase. Con los Austrias y con los Borbones perdimos nuestras posesiones. Esto tiene que cambiar, nuestros nietos se merecen que la Historia se repita varias veces.” LOS NIKIS, 1985
Hoy en día, veintiocho años después de esta canción, hay quien sigue en Canarias hablando de Colonialismo español, Metrópoli, autodeterminación, Estado Libre Asociado, plena Autonomía interna, Estado Federal y de la República Federal Canaria. Ni siquiera los canarios hemos sido capaces de reclamar y obtener del Estado nuestro derecho a ser reconocidos como un Archipiélago a tenor de la Convención sobre el Derecho del Mar de las Naciones Unidas de 1982 para incorporar las aguas interiores y por extensión las exteriores al territorio de la Comunidad Autónoma Canaria.
Y todo pasa porque como decía el político argentino Nicolás Avellaneda retomando a Cicerón “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”. De nada sirve querer tener algo en posesión por el mero hecho de poseerlo. De nada vale poseer algo que queremos si no estamos dispuestos a cuidarlo.
Y España, nuestra España, olvida y descuida el que sigue siendo a día de hoy su “Imperio de Ultramar”. Hace más de dos siglos nuestro país mantiene una serie de islas, islotes y territorios bajo su soberanía en diversos puntos del planeta tan distantes que van desde el Océano Pacífico a la Costa Argelina.
Vale la pena recordar aquello que constituye los resquicios de la colonización española en Oceanía, la llamada Micronesia Española que son un conjunto de Islotes en el Océano Pacífico: Guedes (también llamada Pegan, Onaka y Onella, en las Marianas), Coroa (también conocida como Arrecife), O Acea (también llamada Matador, en las Carolinas) y Pescadores. Estas posesiones de Ultramar no fueron contempladas ni en el tratado hispano – estadounidense de París del 10 de diciembre de 1898, ni en el Tratado germano – español que cedió al Imperio Alemán los Archipiélagos de Carolinas, Palaos y Marianas (excepto Guam) y firmado en Madrid el 30 de Junio de 1899.
Recordemos también, como parte de este “Imperio de Ultramar” la Isla de Limacos o Caracoles (Ile de Rachgoun para los argelinos) y que se sitúa en la desembocadura del Río Tafna, muy cerca de lo que fue el Oranesado Español, que hasta finales del siglo XVIII constituían la ciudad de Orán y el Puerto de Mazalquivir.
Añádanse a estas posesiones del ultramar las ya conocidas de Alhucemas, el Peñón de Vélez de la Gomera, las Islas Chafarinas y las de Peregil y Alborán, Ceuta, Melilla y las Islas Canarias y conformaremos la realidad de la ultra periferia de nuestra nación.
Relatado esto podemos claramente llegar a la conclusión que la situación de Canarias en el Estado Español es la que reconoce nuestras peculiaridades en la Disposición Adicional 3ª de la Constitución de 1978. Somos una Comunidad Autónoma en la organización del propio Estado, con sus defectos de relación con el mismo, con sus virtudes en el acuerdo cuando este existe, con sus desigualdades de financiación y con sus problemas de reconocimiento legal en algunos temas, pero sobre todo con algo mucho más valioso y a lo que no podemos renunciar ni dejar de reclamar en cualquier foro, y que son nuestros derechos de igual a igual con el resto de los habitantes de este país, que a día de hoy sigue llamándose España.
(*) Secretario Federal CCN
@AlfonsoJLT
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