Málaga (Andalucía), 16 de diciembre de 2013 / Artículo de Opinión / José Vicente Cobo Román
Aunque quizás las nuevas generaciones no sepan qué es lo que en realidad se celebra cada año por Navidad, porque muchos adultos lo hayan olvidado, sería interesante recordar que la Nochebuena es la noche de paz en la que conmemoramos el nacimiento de nuestro Redentor, el nacimiento de Cristo, del gran Espíritu que en el Reino Eterno es el corregente de los Cielos. Navidad es por tanto el gran acontecimiento que tuvo lugar hace más de 2000 años, no una mera historia sentimental que relacionamos con regalos, comidas, cenas y canciones infantiles.
Los más mayores hemos leído o escuchado que el Ángel Gabriel fue a María y le anunció que había sido elegida para traer al hijo de Dios al mundo. También que a José le fue dicho en sueños que debía desposar a María. Acontecimientos que parecen haberse convertido en la actualidad en algo banal, aunque para los verdaderos seguidores de Cristo no. Pues serán conscientes de qué suceso tan significativo y de dimensiones cósmicas inconmensurables tuvo lugar en aquel tiempo, del gran cambio que se iniciaba. Como en aquel tiempo, hoy cada persona también puede sentir y saber que hay ángeles a nuestro lado, son los llamados seres espirituales o seres protectores, que nos acompañan y que quieren acercarse cada vez más a nosotros; esto les es posible cuando nos orientamos al Redentor, Cristo. ¿Pero como se hace esto?, cumpliendo lo que Dios, el Eterno, nos enseñó a través de Moisés y lo que Jesús, El Cristo, nos trajo en Su Sermón de la Montaña, incluyendo la adoración a Dios en el Padre Nuestro.
Si recorremos el camino de Jesús que el mismo recorrió dando ejemplo y que ha sido manifestado también en la actualidad, entonces El nos lleva de su mano por el camino hacia Dios, nuestro Padre, y sentiremos cada vez más a los ángeles de Dios a nuestro lado, porque damos los pasos hacia nuestra vida que es Dios, el Espíritu Eterno, en el fondo de nuestra alma.
María hace 2000 años dio estos pasos y también José el carpintero, por eso el Ángel Gabriel fue a ellos y pudo acercárseles; María le vio, a José se le mostró en sueños. El Ángel Gabriel hablaba el lenguaje del cielo, así como todos los seres espirituales hablan el lenguaje del Reino de Dios. El Ángel Gabriel quiso mostrar a María en palabras e imágenes lo que Dios el Eterno deseaba de ella; seguramente que así también fue para José en sus sueños. Podemos comprender que María al principio se asustara pues ella era una mujer sencilla, así como José el carpintero era un hombre sencillo, pero ambos aspiraban en su vida a dar los pasos en el camino hacia el Padre Celestial, de modo que el Ángel pudo anunciárseles. Internamente ambos estaban preparados para lo que les llegaba, o sea que María y José eran buenos. Sí, ellos vivían el gran mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
Pero cómo sería si teniendo en cuenta el mensaje del ángel a María y a José reflexionásemos brevemente también sobre nosotros mismos. ¿Son María y José un ejemplo de vida para nosotros? Desde el punto de vista del Espíritu Eterno, para las personas es válido hoy lo que pasó hace 2000 años. Cada uno de nosotros podría ser alcanzado por el mensaje del ángel, por lo que deberíamos preguntarnos: ¿Mi ser protector, a quien a menudo solemos llamar ángel, puede acercarse a mí? ¿Cumplo para ello la voluntad de Dios? Preguntas como éstas se las hacen muchas personas que han decidido conscientemente tomar a Jesús, el Cristo, como a un ejemplo a seguir. Y no sólo en Navidad sino cada día. Navidad es por tanto para muchas personas que aspiran a Dios una fiesta de adoración, de agradecimiento.
Precisamente los cristianos deberían tener a Jesús, María y José como a grandes ejemplos a seguir.
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