Girona (Cataluña), 16 de febrero de 2014 / Cartas al Director / Jesús Domingo Martínez
Las dos Cámaras del Parlamento belga han aprobado que los niños belgas, con el consentimiento de sus padres y los médicos, puedan ser sometidos a la eutanasia. Liberales, ecologistas y socialistas son los autores de este proyecto de ley. Cuesta entender que entre los promotores se encuentren grupos extraordinariamente preocupados por la vida y el bienestar de los seres vivientes (plantas y animales irracionales), pero, a veces, las incongruencias llegan a extremos como este. “Cuelan un mosquito y se tragan una serpiente”.
Es dramático imaginar que unos padres puedan legalmente autorizar la muerte provocada de un hijo, como lo es asumir que una sociedad que vive en la abundancia de recursos económicos, médicos y tecnológicos reivindique la muerte como solución al problema de la enfermedad y el dolor. Todo da a entender que la legalización de la eutanasia infantil en Bélgica es el triunfo de una causa ideológica que no ha encontrado resistencias fuertes y compactas. La fragmentación de la sociedad belga y la falta de un proyecto social integrador han favorecido el triunfo del sí. Esta es una lección que las asociaciones civiles y las instituciones religiosas que defienden el No deben aprender.
Creo que ahora más que nunca habrá que redoblar esfuerzos para tender la mano a las familias tentadas por la eutanasia, como muchas organizaciones ya están haciendo con el aborto. Solo de este modo podrá conseguirse que el sí del Parlamento belga pierda efectividad en el seno de la sociedad belga y se traslade a otros países.
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