Pasillos llenos de carros durante todo el día. |
Las Palmas de GC (Canarias), 14 de julio de 2014 / Crónica / Mayte Martín (*)
No sé cómo empezar esta crónica, de hecho me ha costado varios días poder hacerla, porque se mezclan en ella emociones y varias anécdotas. Hace casi cuatro meses que mi padre se sometió a una operación muy grave y difícil. No voy a hablar de ella, ni siquiera del hospital para el que tanto mi familia como yo tenemos más que palabras de agradecimiento, pues el trato fue de lo más humano, profesional y cercano. Pero sí diré que fue un hospital privado, con un equipo médico pionero en este campo con el que por suerte pudimos contar.
A los pocos días de regresar de Tenerife, después de mes y medio hospitalizado en ese centro privado, mi padre se sintió mal y fuimos al servicio de urgencias del Hospital Insular. He de confesar que en este hospital le operaron tres veces de un cáncer de vejiga, recibió quimio y le trataron con la mayor profesionalidad del mundo. Siempre hemos confiado en la sanidad pública, pues hay profesionales estupendos y tiene muchos más recursos que la privada. De hecho casi paralelo a la enfermedad de mi padre, tuvimos una tía mayor ingresada muchos meses, y en dos ocasiones hubo de ser remitida de urgencias desde dos clínicas concertadas por no tener los medios necesarios para atenderla. Y mi hermana mayor hubo de ser intervenida tres veces de una triple rotura muy grave del pie… Por tanto, el Hospital Insular ha sido para nosotros como una segunda casa, haciendo relaciones personales y confiando plenamente en sus profesionales. Ahora bien, sin detenerme en exceso en la experiencia que hemos vivido, sí que puedo asegurar y ante quien sea que el hospital se ha ido deteriorando de golpe… que los recortes en sanidad y recursos han hecho que en menos de un año el servicio de urgencias y la hospitalización se hayan convertido en un caos tremendo.
Llegamos con mi padre al servicio de urgencias sobre las 11.00 de la mañana, con casi 80 años, recién operado, con varias patologías a cual más grave y no nos dejaron entrar con él a los bóxer. Lo entendimos pues había mucha gente y lo importante es que lo atendieran y no acompañarlo en el trance. A las dos horas nos dicen que está muy débil, que tiene mucha anemia y que le siguen haciendo pruebas pero que es muy probable que lo dejen ingresado. Así sin más explicaciones. Al cabo de un par de horas más, con la sala de espera llena de gente, familiares desesperados, cierran la ventanilla de atención al público, con lo cual la desesperación iba en aumento. La abren sobre las 18.00 horas y anuncian que dejarán entrar a visitar a los familiares pero quienes quieran hablar con los médicos deberán elegir entre ver a su enfermo o pasar consulta. Me pareció tremendo, pero como mi padre tiene la cabeza en su sitio preferimos verle y que nos contara él que le habían dicho los médicos. No sabía más que nosotros, que le habían hecho varias pruebas, que estaba todo bien pero que le comentaron que lo iban ingresar en planta pero no había cama y había que esperar, que no tenía claro si iba a cardio o a medicina interna.
Cerca de las 21.00 horas le suben a planta de cardiología. Nadie sabe nada, las enfermeras no saben nada. Nos dicen que es de medicina interna (planta 8) pero que al no haber cama le han subido a la de cardio que es la 10 y ellas no tenían idea. Que vendría un médico de guardia esa misma noche.
Yo me quedé con él, en un sillón destartalado que nunca fue cómodo pero que al menos no es una silla. Su cama estaba rota, los mandos del tren de subida y bajada atados con vendas y esparadrapos blancos… la mesa tan rota que temía rozarme con ella y hacerme daño, no exagero pueden verlo en las fotos que adjunto.
Efectivamente vino un médico chino, yo diría que rondando las 12 de la noche. Y cuando digo médico chino no es una broma, era un joven asiático que no tenía ni idea qué le pasaba a mi padre y me explicó que lo habían subido de urgencias sin ningún tipo de informe que no tenían idea qué medicación le habían dado y cuál no… pero que lo encontraba bien y con sus constantes vitales recuperadas. Me explicó que él no era su médico y que por la mañana se le asignaría un internista.
Mesa abatible de la cama. |
Así fue por la mañana alrededor de las 10.00 llegó una chica estupenda, gallega, amable, jovial, entusiasta que se sentó con él y de tú a tú le fue preguntando todas sus cosas y le dijo que iba a ser su médica mientras estuviera ingresado. Lo exploró al igual que el médico de guardia en planta. Dijo que estaba estupendo pero que aún tenía algo de edema en los pies y que prefería tenerlo un par de días inyectando diuréticos. El trato profesional exquisito, no puedo decir lo contrario, además mi padre se deja querer y mimar porque jamás pierde la sonrisa, las bromas el buen humor… Al día siguiente volví a estar con él por la mañana cuando vino la médico… y le dijo lo mismo que estaba estupendo y que un día más de control. Al cuarto día vino y nos dijo que le iba a dar el alta y nos preguntó si sabíamos por qué lo habían hospitalizado. Le dijimos que no, que aún no teníamos nada claro. Entonces nos dijo que a raíz de uno de sus problemas coronarios se le produjo un edema pulmonar, pero que ya tenía limpios los pulmones y había respondido muy bien al tratamiento, tenía buen color, mejor cara… y le explicó que su dolor de pecho inicial por el que se quejaba no fue de corazón, pero que sí le detectaron el edema, con lo cual haber acudido a urgencias fue una suerte. Luego leí en el informe que había sido un fallo renal agudo, claro algo casi lógico de pensar, pero cuando ya una está fuera. Yo aproveché para preguntarle si le iba a indicar en la pauta toda su medicación, dispensada tras la operación de aorta y supervisada por su cardiólogo. A lo que respondió que sí que ella no iba a cambiar nada sino aumentar la dosis de diuréticos. Entonces le pregunté por qué no le habían dado su medicación estos días y simplemente me respondió “porque aquí no la tenemos, pero no pasa nada por un par de días”. Me quedé estupefacta y le dije que por qué no nos lo dijeron que la podíamos haber llevado nosotros, que ante sus indicaciones no le dábamos ningún fármaco. Bueno no me respondió, sino que no era importante. Me quedé muy enfadada pensando que con su anemia y todas las pérdidas de iones con la operación necesitaba el cargamento de hierro, potasio, sodio y todo lo demás, aparte de su medicación de la tensión, vitaminas, colesterol etc. Etc…y que no entendía nada. Nos dijo que traería el alta después de las tres de la tarde. Nos organizamos para su traslado y como no necesitábamos ambulancia, pues no la solicitamos y él relativamente contento por irse a casa, porque se siente seguro en los hospitales. Le dijimos al enfermero responsable de planta que si le quitaba la vía y le dijo que sí, que se la quitaba “luego”. El luego fue que después de recibir el alta, recoger su bolsa de equipaje e intentar atravesar con él, el pasillo, bajar ascensores desde la planta 12 que tardan una eternidad más el nuevo pasillo de la entrada hasta la puerta de la calle, con su debilidad y patologías… se me asfixió. Esperábamos porque nos venían a recoger en coche así que como los bancos estaban todos ocupados por enfermos que salen a fumar, le pidió a un chico de la Once si le dejaba sentarse en su silla y el chico se la ofreció de buen grado y mi padre aprovechó para comprarle un cupón… entonces le vi el brazo… y maldije al enfermero y sus despistes: tenía la vía puesta. Entramos en el hospital explicando la situación y nos dijeron que había que volver a subir a la planta, que nadie podía venir a quitársela allí. Yo pensé para mis adentros “¿cómo subo de nuevo con este hombre, encima ya venían a recogernos y allí no hay dónde parar?” pedí una silla de ruedas y gracias a eso, pudimos regresar a la planta y pedir a la primera enfermera que vimos que le quitara la vía. Y lo hizo, pero ni siquiera comprobó de qué habitación era, si en verdad tenía el alta… vamos que comprobé que cualquiera puede irse del hospital así como así… una persona mayor que en su caso tiene cabeza, pero y ¿si no la tuviera? Tengo claro que un hospital no es una cárcel, que no es un recinto dónde uno tenga que estar internado obligatoriamente sino bajo orden judicial, pero de ahí a ese descontrol…
Mando de la cama, en una planta supuestamente de cardiología |
Triste, me siento muy triste… porque ese deterioro en menos de un año… la cafetería mal atendida, comida de mala calidad, un servicio de limpieza general que nada tiene que ver con el de antes… claro otra empresa, seguramente más económica y con menos personal… de hecho la papelera de la habitación estuvo dos días sin vaciarse… El pasillo a las 06.00 de la mañana parecía el metro de china… un escándalo, la señora de limpieza a gritos, incluidas palabrotas; médicos que hablan de sus viajes con representantes de laboratorios, el camino de Santiago, la Selva Negra alemana; personal femenino que cuenta sus problemas familiares y de pareja sin reparo alguno (desde la habitación no veía quiénes eran, pero se oía todo)… Carros llenos de trastos durante todo el día, eso sí apilados a un lado, supongo que porque al ser la planta de cardiología tener que salir corriendo con el carro de paradas supondría tener que hacer atletismo.
Además de poder contar la odisea de que una de las veces que bajé a la cafetería aproveché para ir al servicio de la planta baja (ya me conozco casi todo el hospital), éste tiene tres servicios dentro, uno de puertas cerradas, otro tan sucio y mal oliente que otra señora y yo esperamos a que se desocupara el que estaba operativo. La señora, mayor, bastante mayor, entró antes que yo… esperé pacientemente porque mi vejiga aún aguanta. Y de repente se queda encerrada y empieza a desesperarse… yo no podía abrir, la tranquilicé y expliqué que iba a buscar ayuda. Fui hasta la entrada y llamaron a servicios técnicos, comentando entre ellos que no era la primera vez que ocurría. Una celadora vino conmigo y le expliqué que yo no era acompañante de la señora que iba sola y que si yo no llego a estar allí a saber la pobre mujer cuánto tiempo hubiera estado. La sacó usando una de mis llaves y tuve la precaución de no cerrar la puerta e intentar orinar lo más rápido posible no sea que llegara el de servicios técnicos y se metiera por allí para adentro sin respeto alguno, porque el respeto es otra cosa que se ha perdido con los recursos.
Papeleras sin vaciar de las habitaciones. |
Todo cuanto relato es verídico, como periodista he aprendido a ser objetiva. Ahora bien, mi opinión sobre la sanidad pública canaria es que ahora mismo deja mucho que desear… y de la privada (si vas concertada, si vas con tarjeta sanitaria privada es otra cosa), la atención es tristemente muy diferente. Entonces me planteo ¿Qué coño ha hecho Paulino Rivero, presidente del Gobierno canario, si nos deja de esta forma, si la sanidad y la educación, pilares de la sociedad las tiene tan abandonadas? ¿Qué coño hace la Consejera de Sanidad, Brígida Mendoza, médica, que ha pasado por los servicios de urgencia del Hospital Insular, titular en la privada Perpetuo Socorro y gerente del Hospital Materno Infantil?...Creo recordar que lleva desde 2011 en el Gobierno autonómico… y desde luego en estos tres años he pasado tantas horas de hospitales que puedo asegurar sin engañar a nadie, que las cosas están cada vez peor. Sé que todos lo sabemos, sé que todos leemos titulares… pero hay que ser paciente o familiar de paciente con un poco de agallas y entendederas para que la administración trate con los derechos propios de quienes se han dejado la vida trabajando para cotizar su Seguridad Social. Tenemos unos profesionales hiper preparados, médicos cada vez más jóvenes, hay cardiólogos que podían ser, con poco, hijos míos. Es muy triste que una madre tenga que amenazar con ponerse en huelga de hambre para que hagan unas pruebas a su hijo, o con llamar a la policía si no aparece un médico en un momento de emergencia. Triste… tan triste, que bendigo tener la familia que tengo, siempre pendiente, y con una formación que nos permite exigir, ponernos en nuestro sitio, porque lo más triste es ver como toman el pelo a la gente recurriendo a la falta de recursos para desatender nuestras necesidades. Tengo una enorme lista de sucesos que podría contar en estos años de enfermedades familiares, pero sobre todo y por encima de todo, dar las gracias al personal sanitario, a esas personas que juraron salvar vidas y que se ven abocadas a trabajar bajo mínimos, profesionales como la copa de un pino que no tienen apoyo ni recursos de su más inmediata administradora… y qué triste que sea médica porque si fuera flautista entendería que quisiera adormecer con su música y quitarnos de en medio como el del cuento con los ratones.
(*) Licenciada en Ciencias de la Información, periodista
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