Cáceres (Extremadura), 6 de enero de 2015 / Cartas al Director /Juan García Rodriguez
Desde que en 1969 el Beato Pablo VI instituyera la Jornada Mundial de la Paz e iniciara la práctica de escribir un mensaje para el primer día del año, este texto se ha convertido en una invitación singular a construir entre todos la paz que anhela el corazón del hombre. Una paz que es obra de la justicia y del amor, condición por tanto de un mundo más humano. La invitación de los pontífices a ser constructores de paz no nace de un voluntarismo ingenuo, ni del cálculo de las estrategias geopolíticas. Se basa en una mirada realista al corazón de la humanidad.
En esta clave hay que leer el mensaje que el Papa Francisco ha escrito para este año bajo el título “No esclavos sino hermanos”. Un texto que es fruto de la mirada bíblica del Papa y que nos habla de la raíz de la fraternidad querida por Dios para toda la humanidad. En el orden de prioridades de la mirada de la Iglesia samaritana, está la tarea de curar la “llaga” del “fenómeno abominable” de la “explotación del hombre por el hombre”; una llaga “que pisotea los derechos fundamentales de los demás y aniquila su libertad y dignidad”.
La invitación del Papa a salir de la indeferencia y a “realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento” debe interpelar las conciencias tanto de los responsables de las naciones como de cada uno de nosotros. Como nos recuerda el papa Francisco, el primer gesto a la hora de construir la paz es “no apartar los ojos del sufrimientos de quienes están privados de libertad y dignidad”. Una invitación a construir juntos un mundo libre y solidario.
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