Las Palmas de Gran Canaria (Canarias), 27 de octubre de 2015 / Artículo de Opinión /José Luis Poyal Costa(*) ASSOPRESS
Suena a exageración catastrofista, pero es posible que no sea tan inapropiado el término para denominar la nebulosa de conflictos en los que estamos sumidos a escala global. Según algunos politólogos, hemos entrado en la “Tercera Guerra Mundial”, con acontecimientos tales como desplazamientos masivos de gentes huyendo de confrontaciones violentas de carácter regional y local, terrorismo interior, bombardeos de ciudades, frentes de guerra urbanos, participación mas o menos encubierta de potencias de diferente signo y todo ello en escenarios cambiantes , sin declaraciones formales de guerra, como había sido habitual en anteriores conflictos de alcance global.
Determinante principal de esta situación ha sido, y es, el terrorismo islámico, alimentado por un virus de radicalismo fanático, que a través del terror intenta imponer un modelo social y político basado en una interpretación fundamentalista y violenta del Islam.
Desde Afganistán, Siria, Sahel, Nigeria, Libia, Malí, Sudán, Somalia y otros países, el yihaidismo , argumento ideológico del Estado Islámico (EI), se extiende haciendo efectivas sus amenazas de llevar la muerte y destrucción a quienes no sigan su locura de implantar el Califato a nivel mundial.
Yihad, en árabe, significa lucha que debe extenderse por todos los países, para mayor gloria de Alá. Es una total perversión del pensamiento, alucinado tanto por una torcida interpretación del Corán, como por la suma de agravios históricos que los mulhas imputan como causa de la pérdida de lo que un día fue dominación islámica representada por el Califato, la unión política y religiosa de la comunidad musulmana, instaurado por Mahoma y que continuó hasta 1254 en el que fue ejecutado el último califa de Bagdad por los mongoles. Una reliquia del tiempo de las Cruzadas que ahora trata de imponer, a sangre y fuego, el Estado Islámico, responsable de los atentados y del éxodo de miles de personas huyendo de la violencia.
El historiador David Rapoport ha explicado que el fenómeno terrorista ha evolucionado en cuatro periodos: el terrorismo anarquista, el terrorismo anticolonialista, el terrorismo de la nueva izquierda que incluye al de los nacionalista, y el terrorismo religioso que lleva a cabo el Estado Islámico que aglutina características de los anteriores, además de un componente de internacionalización , como lo demuestra el hecho de que haya numerosos militantes de diferentes nacionalidades que se desplazan a Siria para combatir a las órdenes del Califa Abubaker el Bagdadi, que se proclama descendiente de Mahoma.
La periodista Loretta Napoleoni, reconocida experta en temas islámicos, se refiere al mensaje “alentador para jóvenes musulmanes sin futuro que viven en el vacío político…la corrupción, desigualdad y la injusticia de los estados musulmanes actuales “ .Habría que añadir la capacidad de contagio de este fanatismo y no es un ejemplo aislado el caso de esa joven onubense, salvada en el último momento cuando se disponía para viajar a Siria.
El Estado Islámico es una amenaza no solo para los regímenes del Oriente Próximo sino que es un potenciador de riesgos para los estados donde haya, en mayor o menor medida comunidades musulmanas en peligro de ser arrastradas por el fundamentalismo. En España hay 1200 mezquitas y al parecer no todas son casas de oración, totalmente respetables, por que el yihaidismo se infiltra por todos los medios y con subvenciones de ciertos países petrolíferos.
La respuesta al problema del EI tiene que ser global y no da resultado el apaciguamiento. A este respecto conviene recordar lo que decía Churchill : “El apaciguador es aquel que alimenta al cocodrilo, esperando ser el último en ser devorado”. El cocodrilo de hoy es el terrorismo fanático, y como dice Arístegui, es el enemigo común de Oriente y Occidente; de musulmanes, cristianos, judíos o agnósticos; de europeos, africanos, asiáticos o americanos.
(*) Periodista, Historiador, Profesor Universitario
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