Barcelona (España), 13 de octubre de 2015 / Cartas al Director / María Dolores Bravo
El Sínodo sobre la Familia está teniendo lugar en Roma, bajo el auspicio moral del papado con la intención de avanzar los tiempos dentro de la Iglesia. Pero la Iglesia es de Cristo y lo que Cristo fundó no puede quedar al arbitrio de los hombres cuando éstos pretenden llevar más allá de los mandamientos inalterables de la ley de Dios, sus deseos de cambio. Es decir, lo que está ocurriendo en el Sínodo, esto es la discusión de ciertos temas inmutables porque vienen directamente de Dios a través de su Hijo, Jesucristo, está en contra de la voluntad de Dios, el cual ha dicho: lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre, y el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio.
Por tanto, el someter a votación algo que no le corresponde cambiar ni al mismo Papa es del todo reprobable y tendrá consecuencias nefastas en todos los católicos del mundo. Como afirmaba una madre de familia de 5 hijos hace unos días: lo que se está discutiendo en este sínodo de la familia no me ha aportado absolutamente nada. ¿Será que la familia no es el tema central de un sínodo sobre la familia? ¿Qué se puede esperar de la división de opiniones que enfrenta a los cardenales y obispos ahí presentes? El trigo y la cizaña están a punto de ponerse en evidencia.
El que quiera claridad de ideas que siga las enseñanzas de Cristo contenidas hasta ahora en el Magisterio de la Iglesia. La Comunión Eucarística para aquellos en estado de adulterio jamás tendrá el visto bueno del Cielo.
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